Y tu amigo ese el plasta ¿cómo es?
Todos tenemos algún amigo o conocido plasta; yo tengo uno al que llamo «Tristón» y, lógicamente, en el móvil lo tengo con ese nombre, «Tristón», no vaya a ser que llame alguien, no caiga en quien es, descuelgue el teléfono, sea él y me dé el día, no me lo perdonaría.
Yo de Tristón lo sé todo, pero todo todo. Donde trabaja, donde vive, los bares que frecuenta, los sitios por los que pasea… todo. ¿Y por qué sé todo de Tristón? Pues justo para todo lo contrario, para no saber nada de él, solo para estar seguro de por donde no tengo que ir y evitar encontrármelo, pues más de una vez lo he visto a lo lejos (como que se acercaba a mí), y he hecho de todo, desde disimular viendo pastelerías, ferreterías y hasta tienda de ropa femenina, que prefiero pasar por rarito que aguantarlo media hora. Y es que Tristón ya no es que sea plasta, que los es y mucho, sino lo peor, te quita la alegría, la ilusión.
Lo de Tristón es automático. Te para, le dices que hace un buen día, por ejemplo, y ya te contesta: «no sé, no sé, no sé si cambiará» y lo primero que se te viene a la mente es: «machiño, el día no sé si cambiará, pero lo que es tú…», y a la vez, meteorológicamente hablando, te acuerdas de las isobaras, porque de vara…. es un rato largo.
No sé cómo será tu amigo el plasta, pero Tristón, además de ser un marrón de tío, tiene dos defectos. Uno es que habla muy bajo, tanto que estás todo el rato diciendo: «¿qué? ¿qué? ¿qué?» y a veces hasta te dices: «¿pero para qué le pregunto si no me interesa nada de lo que dice, pero absolutamente nada?».
Y luego, ya no me digas por qué, si es un tic nervioso, un síndrome no catalogado, una enfermedad mental o le duelen lo zapatos; pero vas con él por la calle y cada seis u ocho pasos se para, y claro, tú sigues, miras para un lado y no está, se quedó atrás y a esperarlo. Un desquicie.
Cuando Tristón te para, de verdad que la has pifiado, no puedes escapar y ya se mete de lleno en su conversación favorita: la filosofía, que en él es como un arma de destrucción masiva, te aniquila, te arrasa y, como si estuviera tomando un refresco con pajita, te va absorbiendo poco a poco la sonrisa.
¿Y aparte de filosofía Tristón habla de algo más? ¿Tiene algún tema así que…? No, pero un no rotundo, como los del tenis. Tristón, no, su madre no sé, pero él… NO. Mira que hay asuntos para hablar, miles, millones, pues el tema preferido de Tristón es la filosofía con una variante que es el existencialismo, y a cada rato está con lo de por qué vivimos, adónde vamos, qué hacemos, para qué estamos. Yo, sinceramente a las tres primeras preguntas no tengo respuesta; pero a la cuarta, a la de para qué estamos, lo tengo clarísimo: yo, para no encontrármelo.
Manuel Guisande
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