Vacío
Qué raro es todo. Esta semana se ha muerto mi vecino. El único que me caía bien de verdad, con el que podía hablar en el ascensor de cosas ajenas al tiempo y al que saludaba por la calle de buena gana, sin hacerlo yo por compromiso. Es extraño, porque no es alguien de mi familia y, sin embargo, he sentido un trocito vacío dentro de mi.
Tengo la suerte de que este tema de la muerte no me ha tocado de cerca aún siendo yo consciente (y acabo de volver en modo Flash Gordon de tocar todos los tableros del hipermercado de ferretería más cercano), pero aún así le tengo un respeto más grande que el que puedo tenerle a la vaca de Milka. Me mata la incertidumbre, pero no quiero saber nada de ella.
¿No es gracioso? Es que en un momento estás y en otro…ya no (‘Alba, así es la vida hija’ …YA, YA LO SE. Pero es que me ha dado por pensar, dejadme ejercitar el cerebro). Es como si un niño apagase un interruptor. Ala, listo. Billete para sabediosdonde. Allí que te vas. Y tú con esos pelos y las cejas sin sacar. Sin equipaje – todo se queda en casa: las preocupaciones, los cabreos, las alegrías, los sueños, el amor, etc…Todo. Absolutamente todo.
No merece la pena. Nada que nos haga sentir mal nos merece la pena. Mentiría si digo que no hay tiempo para ello, porque lo hay (es la paradoja que peor llevo: el tiempo se nos escurre entre los dedos, sin embargo nos da tiempo a pasarlo todo. Por ejemplo, cuando estás durmiendo el tiempo pasa volando, pero cuando estás trabajando, es eterno. Decidme que no y cómo se come eso).
Hacía un tiempo que no recordaba por qué quería lo que quería y quizá ese haya sido el regalo que, sin querer, me ha dejado mi vecino: he recordado lo que perseguía. He recordado porqué no me gusta regañar a mis niños. He recordado porqué no me gusta discutir. Porqué no me gusta la gente que se preocupa demasiado de las apariencias (tanto de las suyas propias como las de los demás) y de esas cosas de revistas femeninas (‘¿Cómo conseguir un cuerpo genial en poco tiempo?’, ‘¿Cómo convertirse en una mujer elegante y con clase?’, ¿qué tal si probamos a querernos tal y como somos, en vez de forzarnos a ser otra cosa?). Porqué me gusta tan poco la gente que se complica la vida y la gente orgullosa (‘Es que yo…yo soy el mejor comebollos de la pastelería’ – un epitafio genial). Porqué me gusta la gente clara y que ve las cosas de manera simple. La gente que no se toma todo esto demasiado en serio.
Porque nos morimos. Es inevitable y no se puede repetir. Esto todo es una montaña rusa, pero aquí no te dejan volver a montarte (cuando la palme, pienso tener una palabra o dos con la persona que me reciba, como buena viejecita cascarrabias curtida en ambulatorios – son las que más se quejan – que seré).
Vivid aventuras. Reíd hasta no poder más. Reventaros vivos. Id a por lo que queréis. Sin miedo. Sin hacer caso de todo aquel que os diga que no podéis. Haced todo lo posible para que, cuando la bombilla esté a punto de reventarse o estéis a punto de bajaros del coche del columpio, miréis hacia atrás y podáis decir que estáis más orgullosos que Isabel Pantoja con su Paquirrín.