Un verano ‘dando serrucho’, vivencias de una animadora
Este verano trabajo en un hotel. Soy animadora. Debería tener mil y un temas de los que hablar, pero no me da tiempo a observar y coger las naranjas buenas del árbol para exprimirlas. Antes de continuar con mi estudio sobre el comportamiento humano en zonas recreativas con buffet libre, debo aprender a recortar siluetas de lagartos en platos de plástico, a distinguir la izquierda de la derecha y, por último pero no menos importante, a bailar el baile del serrucho.
Repito, parece fácil – pero no lo es. Al habla está servidora, a quién su profesor de autoescuela tuvo que gritarle que girara ‘a la otra izquierda’ cuando se incorporaba a una carretera de doble sentido. Un carril en cada sentido. Visibilidad nula. Error 404: Frenos no encontrados. GTA. Referencia para nacidos en 1990, como mínimo.
Me cuesta, pero lo voy asimilando poco a poco. Antes de entrar a mi actual puesto, mis amigos me advertían de la carga de trabajo que supondría: madrugones, comida mala y fea, gente cuyo perfil encajaría perfectamente en una película de Stephen King – vaya, un trabajo de cara al público donde tienes que tener la sonrisa grapada en la cara cual marco de goma eva a una foto. Pero nada más lejos de la realidad. Vivo en un capítulo especial de dos meses de ‘Las aventuras de Zack y Cody’ (Referencia para los del 2000). Todo el mundo es muy agradable y puedo desconectar perfectamente en mis dos días libres.
Os explico mi día a día: por las mañanas, hay estiramientos o aquagym. En la primera actividad, conecto con mi patata interior, esa que rueda hacia el lateral cuando estira las piernas e intenta tocarse la punta de los pies con las manos; en la segunda, disfruto del placer que supone tener que gritar ‘Buenos días’ desde la piscina y despertar a medio hotel a voces, así, porque sí.
Tengo casa en un balneario, sólo le falta pintar, pues por ser un agrandado ando bien para currar.
Por la tarde, la actividad varía. Los descubrimientos, también. En la gymkhana infantil, descubres qué padres pueden resolver un asesinato en media hora y qué niños saben llevar mejor los folios de respuestas. En waterpolo, descubres que hay hermanos que se ahogarían el uno al otro por marcar un tanto. En el cine infantil, descubres que si le dices a un niño que no tire palomitas al suelo, las tira. Si utilizas psicología inversa, las tira al suelo, te las tira a ti y se las tira a tu jefe, que pasaba por allí.
Y empieza a bailarlo que te lo explico así: Suavecito!
Por la noche hay minidisco y actividad complementaria. La minidisco. Qué decir de la minidisco, esa gran compilación de grandes éxitos: el Congelao, el Despacito, el Chuchuá. Una explosión de emociones cada noche – llanto, risas, incertidumbre (quién será el ganador de la gymkhana? Quién habrá ganado el zumo de piña? Esos padres, esos discursos que superarían a cualquier discurso de aceptación del Oscar). La actividad complementaria, esa que cambia tantas veces que es imposible de estudiar.
El baile del serrucho hace que me mueva mucho, el baile del serrucho hace…cómo?
Como ya he dicho, también tengo días libres – puedo desconectar perfectamente del trabajo. Eso sí, me despierto a la misma hora que si trabajase, porque el cuerpo está mejor programado que un smartphone de esos y ya no hace falta ni despertador. Me levanto con tranquilidad, me bebo mi Puleva fresquita de chocolate, observo las vistas.
Qué paz, qué tranquilidad, qué todo. Aún no se ha despertado nadie. Leo. Esto es la gozadera máxima, sin necesidad de que Miami confirme (referencia cultural de estos años). Mi hermana se levanta y viene hacia mí. Me da los buenos días. Levanto la vista del libro y la miro. Suelto el libro. Me levanto y abro la boca mientras acompaño con el cuerpo:
Agáchate. Levántate. Y muévete como el serrucho así . (sonido de serrucho serrando) .
Mi hermana pone cara rara y se va.
Yo ya me sé la coreografía.
Sonrío.
Pero a la vez me doy cuenta de que estoy jodida.
Muy jodida.
Por Alba Novoa
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