“TV OR NOT TV”
- Por Juan «El letrastero» desde su sección “Acuéstate y suda”
- Genial repaso de la «caja tonta» por parte de nuestro colaborador
Hubo un tiempo en el que la llamada “caja tonta”, fue algo más que un electrodoméstico cualquiera en nuestros hogares. Recuerdo escenas cotidianas, en las que una familia podía estar durante un espacio de tiempo indeterminado reunida delante de ella: la gran protagonista. Cualquier avería se convertía en un cataclismo de magnitud inclasificable dentro del ámbito familiar de aquel entonces; ¿y ahora dónde vemos el “Un, dos, tres”? Eran otros tiempos, y por suerte, entre los vecinos no había inconveniente alguno en añadir al comedor unas sillas de la cocina, y otra plegable que tenían en el balcón para el niño… y el problema tenía su respectiva solución. Siempre lo tienen. Por eso son problemas.
Hago memoria. Intento atrapar recuerdos entrañables que hagan referencia a ese invento catódico, y lo primero que viene a mi mente, es concretamente un último coletazo del mes de julio, veraneando en una aldea pequeña de Galicia (A Pena Folenche), custodiando mi “Mirinda” en la cantina de “El zorro” (¡toma ya! De western galego). Allí estaba yo, viendo con mi abuelo y dos parroquianos la final del mundial del 82, ya que en la tele de casa no se sintonizaba el UHF, y siendo sincero… para corroborar que el césped del terreno de juego no era de tono grisáceo, sino verde; igual que el del prado en el que pacía el burro que ayudaba en las labores del campo a mi abuelo. Siendo esa circunstancia una buena excusa para bajar con el bocadillo bien agarrado, y recorrer los escasos cuarenta y tres pasos que separaban mi puerta de dicho abrevadero.
Esos aspectos, provocaban en aquel “neno de capital” unos centrifugados mentales de imaginación y sonrisa en ristre, que no tenía parangón alguno. Actualmente, comprendo que empezaba a esmerilar sin pausa la primera capa de realidad, así, de sopetón. Escenificando al día siguiente mi propia final, en la que ganaba Alemania, por cierto. Resumiendo: yo chutaba, yo paraba (o no). Y en ese mundo de fantasía, con porterías invisibles, eras el guionista del partido.
Ahora, y sin caer en un “abuelo cebolletas” trasnochado venido a más, o a menos, ¿quién sabe?, nada de eso ocurre.
El mundo televisivo ha cambiado. Todo ha cambiado. Incluso nosotros. Pero creo que la función que por entonces podía hacer “la caja tonta” en nuestra sociedad era significativamente mejor, o entretenida, aunque no por ello estaba exenta de su correspondiente carga de caspa. Siempre aclarando, que me estoy refiriendo a un espacio de tiempo que comprende desde finales de los setenta, a la primera mitad de los ochenta. Luego, mis pantallas se tornaron en un escenario planetario de vinilo musicalizado y papel tintado alfabéticamente.
Me extendería más, pero la irrupción de la “tele-basura” y la pléyade de “perlas” que portaba a cuestas sobre el lomo; entró con fuerza, rompiendo todos los esquemas. Y… lo ha destrozado casi todo, televisivamente hablando.
Desgraciadamente son los ejemplos (qué cosa…) a seguir por miles de jóvenes, y no tanto. Hacen de cualquier memez un show. Un desfile de ordinariez y talento cero. Copando un espacio muy grande en las parrillas televisivas.
Conseguir un cuadrante de programas y demás espacios televisivos que escapen de ese círculo, se antoja toda una misión imposible algunos días, salvo que tengas televisión de pago, o dispongas ya de canales específicos, con sus respectivas temáticas. Lo rosa manda, aunque para ser más sinceramente escatológico… tal vez este ramillete de programas tenga un tono más próximo a un marrón hez.
Así que, un día cualquiera, entras al supermercado, y contemplas absorto como todo el mundo, empleados incluidos, exclaman un: ¡¡¡Estefanía!!! Todo ello con las correspondientes risas prolongadas, que ni por asomo lograría igualar Angus Young de AC/DC con su nota sostenida marcando el epílogo de cada canción, oiga. Y te quedas con cara de tonto. Hasta te preguntas por un momento: qué pasaría si ahora vociferases tú: ¡Schopenhauer! Mejor ni planteárselo, porque volvería al principio del artículo, y no… no fuese que alguno creyera que era el extremo que le servía las asistencias de gol a Rummenigge en aquel mundial del Naranjito… para nada.
Decía el escritor Umberto Eco que: “La civilización democrática se salvará únicamente si hace del lenguaje de la imagen una provocación a la reflexión crítica, y no una invitación a la hipnosis”. Muchos frenaron su lectura en seco tras la palabra provocación. Ante lo cual… sólo queda la resignación consolativa, puesto que dudo que ninguna productora apueste por un: “Maestros de la cultura”.
Por lo tanto, que no se arrellanen bien en sus sofás las mentes despiertas; aquellas a las cuales el adoctrinamiento, en este caso atontamiento, no les provoca ni una mera curiosidad. Porque siempre nos quedará un zapeo rápido por los treinta y pico canales. Un recorrido ascendente y descendente. Después, nos miraremos. Rechazaremos sin dudar cualquier invitación a la sedación televisiva. Y pronunciaremos con una lacónica afirmación un:
-No dan nada. ¿Nos vamos a pensar?”
-Sí, porque da para ello.
- Por Juan «El letrastero»