Tango
Tango; cultura que abarca música, danza y poética. Surge y es representativo del Río de la Plata, lo cual no es casual, dándose las condiciones sociales e históricas como una escenografía ideal, o, tal vez, esa misma escenografía fue la matriz. Como sea, se puede rastrear génesis y morfología.
«¡Que saben los pitucos, lamidos y shushetas! ¡Que saben lo que es tango, que saben de compas!. Aquí esta la elegancia ¡Que pinta! ¡Que silueta!, ¡Que porte, que arrogancia! ¡Qué clase pa bailar!. Así se corta el pasto mientras dibujo el ocho, pa estas filigranas yo soy un pintor»
(Así se baila el Tango)
La palabra Tango tiene origen en la reuniones de los esclavos africanos, una onomatopeya del sonido del tambor, y, al mismo tiempo o en consecuencia define un lugar cerrado.
Es fácil imaginar entonces esas reuniones en recintos cerrados, alejados, y así mismo la progresiva llegada a esos recintos de inmigrantes europeos, en muchos casos, tan marginales como los mismos esclavos.
«Deci por dios, ¿que me has dao? Estoy tan cambiao, no se mas quien soy.
El malevaje extrañao, me mira sin comprender, me ve perdiendo el cartel del guapo que ayer brillaba en acción… No me has dejao ni el pucho en la oreja de aquel pasao malevo y feroz»
(Malevaje)
En el motivo de esa particular aglutinación esta la piedra basal del Tango, marginal, apartado, desarraigado, muchos de esos «gringos» recién llegados tenían pasado turbio, presente difícil, y futuro dudoso, juntándose con porteños aindiados, mulatos, y delincuentes locales.
De todo ello resulta un lenguaje carcelario, códigos propios y exaltación casi romántica de la figura del delincuente.
«Vago como sombra atormentada bajo el gris de la recova, me contemplo y no soy nada
Soy como mi lancha carbonera que a quedao recalada bien atada a la ribera
Yo también atado a mi pasado soy un barco que está anclado y siento en mi carne sus amarras como garfios como garras»
(Amarras)
Era ambiente masculino, hombres rudos y sufridos, muchos habían abandonado sus familias en la castigada Europa, tan es así que en un principio el Tango, que carecía de letras, era una danza entre varones.
Fuertemente ligado al delito, fue prohibido. Y al surgir las canciones reforzaron el rechazo de las gentes «bien», quienes las consideraban groseras y de mal gusto.
«Eso que hoy es un cascajo fue la dulce metedura donde yo perdí el honor, que chiflao por su belleza le quite el pan a la vieja, me hice ruin y pechador, que quede sin un amigo, que viví en el malevaje, que me tuvo de rodel, sin moral, como un mendigo cuando se fue. Nunca soñé que la vería en un requicast in pace tan cruel como el de hoy, mira si no es pa suicidarse que por ese cachivache soy lo que soy»
(Esta noche me emborracho)
En los primeros tangos cantados la figura del rufián era ponderada, el «malevo» era básicamente un sicario a sueldo de algún poderoso, de cuchillada fácil, amigo del alcohol y las prostitutas.
Prófugos de la ley, asesinos, sus hazañas se cantaban sin asomo de reproche, importaba el valor, la destreza con el cuchillo, los códigos, la lealtad, y se denostaba la traición y la cobardía.
Representaba fielmente el pensamiento de una capa social de la época.
Es de entender que estos sitios fueron convirtiéndose en burdeles, y a fines del S. XIX la mujer se incorpora a la danza y la cambia radicalmente.
Prostitutas polacas, italianas, francesas, mujeres de toda Europa que vinieron buscando una esperanza y terminaron trabajando de lo único que podían, dieron al baile la impronta sensual característica.
«Con este tango que es burlón y compadrito, se ato dos alas la emoción de mi suburbio.
Con este tango nació un tango y es un grito, salió del sórdido barrial buscando cielo.
Conjuro extraño de un amor hecho cadencia, que abrió caminos sin más ley que la esperanza
Mezcla de rabia, de dolor, de fe, de ausencia, llevando la inocencia de un ritmo juguetón»
(El Choclo)
El Tango ya se bailaba en los «conventillos», los peringundines fueron desplazándose de la zona portuaria hacia barrios alejados, suburbios como La Boca, Pompeya, Mataderos, y hacia otra zona portuaria importante como Rosario. Ni hablar de Montevideo, Uruguay, donde el Tango nace y crece al mismo tiempo que en Buenos Aires.
«Yo me hice en tangos, me fui moldeando en barro, en miseria, en las amarguras que da la pobreza, en llanto de madre, en la rebeldía del que es fuerte y tiene que cruzar los brazos cuando el hambre viene, yo me hice en tango,¡ porque el tango es macho!, ¡ porque el tango es fuerte! Tiene olor a vida, tiene gusto a muerte».
(La Cumparsita)
La popularidad del nuevo ritmo creció, y se introduce en el centro porteño, como todo lo prohibido llamaba la atención, el escandaloso baile de cuerpos fuertemente enlazados, deslizándose uno contra otro, la mujer abandonándose en los brazos del hombre, confiando en el para sostenerla, todo con cadencia y elegancia hace a las demás danzas casi desabridas.
Para 1900 se incorpora el bandoneón, y ya tiene su forma definitiva en 1920, cuando el compositor Pascual Contursi cambia la temática de malevaje e introduce otra muy distinta, describe melancolías, dolores, amores y traiciones.
«En la plateada esfera del reloj, las horas que agonizan se niegan a pasar, hay un desfile de extrañas figuras, que me contemplan con burlón mirar. Es una caravana interminable que se hunde en el olvido con su mueca espectral, se va con ella tu boca que era mía, solo me queda la angustia de mi mal»
(Soledad)
Carlos Gardel, el Zorzal Criollo, lleva al Tango a otros niveles. Cantor, autor y actor, disputado su nacimiento por tres naciones, se sabe que creció en un conventillo, vivió en carne propia la pobreza extrema, sin embargo se convirtió en un emblema. Ayudo a que el Tango cruzara las fronteras con sus películas y actuaciones. Y su trágica muerte en el apogeo de la fama termino por derrumbar cualquier perjuicio por la música.
«Cuando la suerte que es grela, fayando y fayando te largue parao, cuando estés bien en la vía, sin rumbo, desesperao, cuando no tengas ni fe, ni yerba de ayer secándose al sol.
Cuando rayes los tamangos buscando ese mango que te haga morfar, la indiferencia del mundo, que es sordo y es mudo, recién sentirás.
Verás que todo es mentira, veras que nada es amor, que al mundo nada le importa, yira, yira.»
(Yira yira).
El gran poeta Enrique Santos Discepolo compone versos magistrales, todo en el es visceral, desde la crítica social hasta los estados de desesperación mas profundos.
Una cantidad de poetas, músicos de primer nivel, bailarines pulen de tal modo ese ritmo que lo llevan al cenit durante dos décadas.
«Acaricia mi ensueño el suave murmullo de tu suspirar, como ríe la vida si tus ojos negros me quieren mirar. Y si es mío el amparo de tu risa leve que es como un cantar, ella aquieta mi herida, todo todo se olvida»
(El día que me quieras)
Desde 1940 hasta fines de 1950 es la gran época del Tango, sin distinción de clases sociales, salvo que en la alta sociedad se contrataban grandes orquestas y el baile era de salón, es decir, más alejados los cuerpos de las parejas, y en los bares se escuchaban tríos, duetos, o sencillamente la radio, y el baile no tenía nada de afectado.
En esa época el Tango fue realmente el leitmotiv de Buenos Aires, en cualquiera de sus calles podía ser escuchado.
«¡Victoria! ¡Saraca! ¡Victoria! Piante de la noria ¡Se fue mi mujer!, me da pena el panete chicato inocente que se la llevo,¡Cuando desate el paquete y manye que se ensarto! ¡Victoria! Cantemos victoria estoy en la gloria ¡Se fue mi mujer!
(Victoria)
Con la llegada de los años sesenta las cosas cambian, nuevos ritmos llegan a las radios, cada vez más potentes en sus señales.
Y, un cambio generacional distinto, el Tango así como esta empieza a colocarse en el bando de los veteranos, se hace viejo ante los nuevos movimientos, o no tan nuevos pero agiornados.
Sin embargo, aparece Astor Piazzolla, con una música al día, incorpora instrumentos como la guitarra eléctrica, bajo eléctrico, aligera el ritmo, lo hace contemporáneo al Buenos Aires gran ciudad, es un creador revolucionario, y por lo tanto resistido.
Argentina padece de esas taras, un extraño apego al pasado, hoy día se sigue discutiendo a Rosas o políticas de más de ochenta años, no se dan vuelta las páginas.
La guardia vieja discutió a Piazzolla casi con frenesí rabioso, y lo sigue haciendo, no dejaron por lo tanto que el tango evolucionara, como si lo hizo el jazz o el rock, le pusieron una carga de cemento para inmovilizarla, y casi, esa carga es una lápida.
«Sur, paredón y después. Sur, una luz de almacén. Ya nunca me verás como me vieras recostado en la vidriera esperándote. Ya nunca alumbrare con las estrellas nuestra marcha sin querellas por las noches de Pompeya. Las calles y la luna suburbana y mi amor y tu ventana, todo ha muerto, ya lo se.»
(Sur)
De vez en cuando hay alguna movida tanguera, pero no trascendente.
En Buenos Aires se escucha el tango solo en centros turísticos, o, en algún melancólico rincón nostálgico. Alguna película de Hollywood lo revive un momento, especialmente el baile.
Son espasmos pasajeros, momentos en la vida de la gran ciudad, el Tango agoniza penosamente, los intentos de fusión tienen poco éxito. Algunos músicos de calidad superlativa pasan desapercibidos, igual que los deleznables. Da igual.
El Tango muere, porque, lamentablemente, lo hicieron estéril.
«Cruel en el cartel, y en el fetiche de un afiche de papel. Se vende una ilusión, se rifa un corazón.
Y apareces tu, vendiendo el ultimo jirón de juventud, cargándome otra vez la cruz.
Cruel en el cartel, te ríes corazón dan ganas de balearse en un rincón»
(Afiches)
Sonia Drusila Trovato Menzel (Ilustración y Texto)