Síndrome de Diva Maltrecha o Eterna Víctima

Drusila

Drusila

Existen diversas personalidades tóxicas, están obligadas compulsivamente a inyectar su veneno para no sucumbir ellas mismas. Si bien no son peligrosas en forma letal, si, invariablemente envenenan la vida de quienes tienen la mala suerte de toparse con ellas.
Este síndrome tiene distintos nombres y modus operandi, pero hay patrones comunes dentro de la variabilidad.

Hablaremos de una de esas personalidades, Diva Maltrecha o Eterna Víctima.
Con el fin de comprender esta patología, imaginemos un planeta oscuro y casi sin vida propia de la que ocuparse, busca satélites para que orbiten en torno a el.
Atrae y pierde satélites con matemática regularidad, por causa de su inestabilidad, o, tal vez, por no poseer suficiente fuerza gravitatoria debido a que es hueco.
No cualquier guijarro le sirve como fiel luna, tiene que poseer cierta envergadura, ya que a mayor porte, mayor brillo y lucimiento transfiere al planeta, que lo proyecta como propio.

Con esta idea podemos entender mejor esta patología.
Son seductoras, histriónicas, mitómanas, simulan ser agradables, comprensivas, tienen una altísima opinión de si mismas, y siempre, pero siempre son víctimas.
Víctimas de actos conspiratorios en su contra, enfermedades en parte simuladas o magnificadas, víctimas de maldades, de envidias, de injusticias, lo que sea con tal de ser el ejemplo perfecto de la Víctima Absoluta.

Son perezosas, frustradas, de poco talento, histriónicas, cierto barniz cultural, autoritarias, de carácter cambiante según la ocasión y el espectador, y, muy escondida bajo esa parafernalia, estúpidas.
Dan a entender mil veces hasta que quede bien en claro, que tantas calamidades sufridas les aportaron sabiduría y autoridad, que son heroicas luchadoras y ejemplo a seguir.
Todo en ellas es exacerbado, extremo, el hecho más nimio toma la dimensión de una hecatombe, y, su satélite debe, si o si, darse la cabeza contra la pared solidariamente.

En general, la mayoría de quienes generan este comportamiento histérico son mujeres, pero, el género no es excluyente. Si bien el Hombre Tóxico recurre a otros métodos.

Captan su público con un buen manejo de la piedad, es decir, una persona razonablemente sensible siente lástima por ese compendio de desgracias humano, no ve la máscara, ve una faz doliente y tierna.
Hasta sienten admiración por esa heroína del desastre, porque nunca ella fue culpable, porque lo malo le dio en la cabeza desde el cielo, cual rayo cruel, y así y todo sigue adelante.

Ahora, una característica que inmediatamente muestra, es descalificar los problemas que le son ajenos, o esta muy ocupada pintándose las uñas, o, si no le queda más remedio que escuchar algo que no sólo no le interesa, además le aburre recurre a lo que si la entretiene, la auto publicidad.
«Yo pasé eso mil veces y en peor situación», «Eso no es nada comparado a lo que Yo padecí», «Yo sé mejor que nadie lo que se siente», » Yo sé que te pasa eso por tu culpa»

Y así aparece la sagrada palabra, su único interés, su única causa, «YO».

Los manejos retorcidos de la Diva Maltrecha o Eterna Víctima triunfan cuando el otro pasa a ser, no sólo su utilitario personal, si no que es responsable del bienestar de ese YO absoluto, dogmático, omnipresente, de importancia cósmica.
Lo que fue un acercamiento amistoso, solidario pasa a ser una obligación. Estas personalidades perturbadas no comprenden relación humana alguna que no sea unilateral y en su beneficio.
Egoísmo en su más alto nivel. Egoísmo emocional.

La vida, obra y hechos del otro se desdibujan, no importan, y si hay un atisbo de rebeldía, de protesta o hartazgo, la Diva se enferma gravemente o un nuevo desastre conmovedor se le desata.
La rebelión pasa a segundo plano frente al cataclismo.

El universo de la Diva Maltrecha o Eterna Víctima está claramente dividido en dos.
El numeroso grupo de malvados, traidores, idiotas, oportunistas, degenerados, envidiosos, que alguna vez osaron no estar de acuerdo con ella o criticarla.
El otro grupo es ella brillando y opacando a sus sumisas lunas, que son más o menos aceptables según su punto de vista o humor.

Y así, en las alturas de su escenario, la Diva Maltrecha o Eterna Víctima actúa su unipersonal.
Pero, en su tontería no se da cuenta de un detalle de perspectiva.
Alzando la mirada desde la primera fila del show el espectador utilitario descubre las partes que ella ocultó.
Quizá la disculpe hechos que van de aberrantes a ridículos por la inercia de la piedad y cariño inicial.
Pero no por mucho tiempo.

Así, cuando el satélite se desprende de la órbita, pasa al bando de los diabólicos o imbéciles catalogados por la Diva. Ella jamás aceptará que fue ayudada, sostenida, acompañada, al contrario, su particular mitomanía da vuelta los hechos. Injuria, insulta, inventa pavorosas mentiras, todo es poco para castigar a su luna fugitiva.

Es una patología invasiva, de no desprenderse a tiempo la toxicidad enferma.
Es difícil de descubrir a tiempo, produce heridas en la buena fe y confianza, además, la Diva Maltrecha Ofendida siempre castiga severamente a quien se le rebeló. Tiempo le sobra, porque en general estas personas no tienen una ocupación, ni la quieren tener.
Pero, sea cual sea el castigo, siempre es mejor alejarse, olvidar. Y tomarlo con el humor que merece.
Eso si, nunca perdonar, porque el perdón es interpretado como una debilidad y puerta abierta para volver a atrapar al incauto.

Sonia Drusila Trovato Menzel

 

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