Rebeldía Fagocitada
La Biblioteca de Alejandría no solo era un enorme y organizado depósito de rollos conteniendo el saber humano en la antigüedad, también, era un centro donde la investigación científica se promovía costeada generosamente por los Tolomeos, obteniendo joyas intelectuales para la civilización.
El intelecto humano brillaba como nunca antes y, nunca después.
Todo era analizado y cuestionado, la eternidad de las estrellas, las edades de la tierra, la naturaleza del hombre, … Todo, salvo, la esclavitud.
Se puede desafiar cualquier cosa, pero, nunca desafiar seriamente los supuestos políticos, religiosos o económicos de la sociedad a la que se pertenece, (Sagan). Eso implica la inexorable supresión del temerario.
Durante la década de 1960 en Estados Unidos y otros países centrales de Occidente se gozaba de una bonanza sin precedentes.
Dentro de una trama compleja, uno de los hilos conducen desde la Gran Guerra y las otras en curso, las cuales generaron, además de riquezas, nuevas tecnologías que se volcaron al consumo con el fin de obtener más y más réditos.
De tal modo era menester ampliar el mercado, beneficiarlo para que la fabricación en serie de millares de artilugios tuvieran colocación.
Esa gran producción requería de importante mano de obra, así se logró pleno empleo construyendo un circulo en constante retorno de capitales.
Era importante mantener bien nivelada esa sociedad consumista, nada debía escaparse del estándar deseado, la felicidad estaba en el segundo automóvil, el último modelo de televisor, la más fantástica licuadora. Si, era un mundo feliz.
Gracias al confort general de la clase media y obrera la sociedad se aletargo, y hacia caso omiso de cualquier hedor que surgía con solo agitar la superficie. Arrullados por los sonidos de los electrodomésticos nadie escuchaba campanas disidentes, que por cierto, el Macartismo se encargaba de silenciar con eficiencia.
Sin embargo, grupos de jóvenes universitarios de clase media comenzaron a reaccionar contra un sistema férreamente estructurado hacia el consumismo, dogmas políticos impuestos, y manejo de masas.
La libertad era ilusoria, esos grupos originados en la misma economía satisfactoria tuvieron tiempo para preguntarse que era lo que no funcionaba el ella.
El movimiento tomó fuerza en la segunda mitad de la década, y se llamo hippismo.
Nació completo, sin aparente transición, con su ideología, su arte, su música, sus postulados.
A saber, era anarquía sin violencia, rechazaban el materialismo, profundamente anti belicistas.
Protestaban en contra de la intolerancia racial y política, la discriminación de género o cualquiera de sus formas, la contaminación del medio ambiente, bregaban por un retorno a una vida más acorde con la naturaleza.
Gracias al auge de la píldora anticonceptiva proponían el amor libre, además de experimentar con drogas. Coqueteaban con religiones orientales y toda filosofía de paz implícita.
El pelo largo fue usado en símbolo de libertad, y claro distintivo al rapado militar.
Alentaban todo aquello que fuera producido artesanalmente, escapando al irritante rasero fabril.
Algunos puntos que hoy se ven absolutamente normales en la década del sesenta eran inquietantes, absolutamente revolucionarios, los postulados de los hippies eran como curvas en un mundo de rectas, no encajaban.
Los gobiernos seguían con moderada preocupación las protestas exigiendo cambios drásticos en la estructura basal de la sociedad, resultaban incomodas para el establishmen.
Sin embargo, mayo de 1968 explota en Europa.
El llamado Mayo Francés puso en jaque al gobierno de Charles de Gaulle, si bien no había intención golpista, fue una masiva protesta estudiantil y obrera.
Graffitis ingeniosos, frases inteligentes sin posibilidad de discusión, «La Imaginación al poder, La Libertad es Libre» entre cientos de sentencias, las revueltas recorrieron el mundo con los mismos postulados.
Los bastonazos policiales, prisiones, y represión exacerbaban en vez de aplacar.
En Estados Unidos pleno Vietnam la palabra paz era inadmisible.
Y el color del poder de la flor fue negro para los dirigentes.
En las altas esferas que nadie conoce de verlas, pero si por el impacto cuando deciden golpear, cuenta la leyenda, se ideo un plan ingenioso para amansar y matar la rebelión.
Sabido es que los hippies tenían un gran interés en el consumo de drogas, y drogas se les brindó. Se distribuyeron generosamente potentes fármacos sintéticos que actuaron como virus lentos pero letales. Con la inocente colaboración de figuras referenciales para el movimiento, fueron cayendo como moscas.
Aquellos quienes no murieron por sobredosis o enfermedades asociadas quedaron con sus mentes tan alteradas, que, incapaces de demoler mas estructuras, vagaron mendigando su ración.
Al mismo tiempo se banalizo la estética, la música, se hizo moda lo artesanal, los fisgoneos en religiones exóticas, todo eso y mas terminaron pasando por las mismas cintas fabriles de las licuadoras y televisores, luego etiquetados y vendidos.
La pose del rebelde peli largo inconforme no solo empezó a tolerarse, además a actuarse obligatoriamente en muchos círculos artísticos, académicos, científicos, y de amigos. Copiada millones de veces se convirtió en algo normal.
Sin embargo, la potencia del momento es innegable, y se produjeron cambios.
La aceptación de etnias diferentes, la condena a la violencia de género, la conciencia sobre el cuidado del medio ambiente, la no estigmatizacion de los homosexuales, entre otros postulados arraigaron, lamentablemente, aquellos que rechazaban las guerras quedaron en eso, en simples enunciados de buena voluntad. El consumismo, las políticas de ahogo financiero, la imposición de dogmas, todo eso siguió inalterable, y con la punta mas afilada.
Por suerte la imagen de una publicidad con una sonriente mujer en biquini posando con el hongo atómico detrás fue entendido como aborrecible, hubo cambios, si, dosificados, medidos, políticamente correctos, bajo control.
Sonia Drusila Trovato Menzel (Ilustración y texto)