VdC: Nuestros Palomares, arquitectura popular olvidada
Un vecino de Ourense cataloga e inmortaliza los palomares gallegos, arquitectura popular olvidada.
Galería de palomares de la comarca
Cuando era un niño se quedaba frente a un palomar de su tierra natal, Vigo, mirándolo durante horas, una fascinación que se convirtió años después en un trabajo personal de localización y catalogación de palomares en la provincia de Ourense y Galicia. Jaime Costas, al que sus amigos conocen como Makoki, electrónico e informático de profesión en Ourense, dedica parte de su tiempo libre a catalogar palomares, una «tarea de chinos» que hace por «su devoción a las causas perdidas»_ironiza _ y por su admiración hacia estas piezas de la arquitectura tradicional que forman parte de la memoria olvidada de los pueblos. Y es que, por desgracia, «la mayor parte de ellos están deteriorados, muy abandonados y completamente olvidados», lamenta, pese a formar parte de la identidad de cada lugar. Eso sí, prefiere que se mantengan en ruinas a una mala restauración.
La idea de catalogación se la inspiró el palomar de Teixido (O Bolo). La primera vez que lo vio le vino a la mente el recuerdo del palomar de su infancia y decidió emprender esta aventura, una recopilación que hace para sí, por la satisfacción personal que le produce «patear» montes y pueblos, investigar y relacionarse con los mayores y vecinos de las aldeas.
Hacerse con un trocito de la historia de cada palomar puede convertirse en un reto al filo de lo imposible, cuando los palomares se encuentran en lugares inaccesibles, rodeados o sepultados por la maleza. «Hay alguno que he localizado pero no conseguí llegar hasta él por lo inhóspito del terreno, porque no hay camino. Otros los alcancé, pero me costó algún arañazo», explica con humor.
Otras veces, la localización es más amable, los palomares están a la vista o en núcleos urbanos. En todos los casos, siempre deparan una grata sorpresa: estampas y paisajes rodeados de la belleza que desprende la arquitectura popular fundida con la naturaleza.
Jaime Costas ha inventariado más de un centenar de palomares, muchos de ellos en la comarca de Valdeorras, y los ha inmortalizado en fotografías que cuelga en internet a través de Panoramio. Todavía le queda tarea por delante. Todo ello lo hace con una humilde finalidad: si desaparecen, quedará constancia de su existencia. «Se me ocurrió compartirlos en Panoramio para situarlos, dejar constancia de en qué sitios había palomares y tener un documento, la imagen, de su existencia. Y es que están condenados a desaparecer», esgrime. Por ello, no descarta crear su propia página web, de hecho ya tiene el domino, para publicar este ingente trabajo de catalogación.
Todos los palomares tienen dueño, son privados _relata_, aunque curiosamente haya propietarios que «no saben que lo son». Para el autor de la catalogación, el palomar mejor restaurado es el de Pesqueiras (Lugo), situado al lado del embalse de Belesar. De hecho, cumple todavía su función: tiene palomas.
Recuerda que en el pasado suponían un medio complementario de subsistencia para las familias, pues los pichones eran un recurso más en la alimentación. «Con palomas quedan muy pocos, y lo que es peor, hay alguno que las tiene en cautividad, lo cual es una aberración, pues la clave de los palomares es que las palomas estén en libertad. Otros fueron reconvertidos en gallineros y almacén de aperos de labranza».
En cuanto a la fisonomía, en comparación con otras Comunidades como Castilla y León, por ejemplo, «en Ourense y Galicia son más sencillos. La mayoría son circulares. A veces, están remozados en cal pues es un material higiénico, que evita bichos y roedores, si bien depende de cada zona», precisa. En este sentido, señala que los tejados de los palomares de Valdeorras son de pizarra, frente a la teja que se emplea en otras zonas. Como curiosidad, cuenta que los pazos solían tener su propio palomar con materiales como la piedra o el granito. Y cita como ejemplo el de Mormentelos.
«A mí me gustan todos los palomares que he inventariado. Pero los que más me agradan son los que están o muy bien restaurados o sin tocar, aunque haya cuatro piedras, es decir tal y como son», aclara, en alusión al aire original y el vestigio de cada edificación.