Mascaras Venecianas o el Serpentario de las Redes Sociales
Si las relaciones humanas jamás fueron, son o serán fáciles, las amorosas menos.
Estaba claro que sobre la base amor, traición, odio no había nada más que inventar.
Hasta que aparecieron las redes sociales.
En una época remota existían salas de chat, antes de Facebook, Twitter o cualquiera hoy en boga.
En esas salas virtuales se entraba con un mote, y se charlaba cual reunión social normal, solo que todos eran desconocidos entre si, y no había imágenes. Aparecían los carteles de diálogo.
Lo cual producía un curioso fenómeno, a saber, el mote elegido creaba en los demás una imagen mental, es decir, si alguno entraba como «El Loco», como loco era tratado, si se entraba como «Empresario Importante», casi nadie reparaba que en la realidad esa persona, quizás, fuera un infeliz, la imagen mental se reforzaba de acuerdo a la actuación del personaje. Y a la recepción mal conectada en el cerebro de quien lo leía.
Ni hablar de las mujeres que se hacían llamar «Rubia Despampanante», en alta estupidez grupal los hombres se desesperaban por hablar con ella, sin pensar que era, seguramente, parecida a un troll.
Así las cosas, una mujer aburrida de las tediosas charlas, quiso jugar, y se creo un personaje masculino, poético, «Alcon de Alas Mágicas», muy contenta entró a una sala de chat bastante concurrida por personas mayores de cuarenta años, asumiéndose como un caballero cortés y simpático.
Sea que fuera su mote atractivo, inmediatamente acaparó la atención de las damas, «Alcon de Alas Mágicas» sabía perfectamente que escribir, cosas agradables, caer bien, y así fue que su pantalla se llenaba de mensajes de otras mujeres que la tomaron inmediatamente como hombre.
Especialmente fue, digámoslo, acosada, por «Tu Deseo», Rosa en la realidad y «Diablita», María, ambas casi cincuentonas con notables deficiencias en sus personalidades.
«Alcon de Alas Mágicas» fue amable con ambas, no actuaba como los demás señores, no las invitaba a tomar algo, no les pedía descripciones físicas, es decir, no daba muestras de interés salvo una charla amena.
«Alcon de Alas Mágicas» tomó una dimensión importante en las mentes de «Tu Deseo», y «Diablita». Con el correr de los días fueron imaginándolo como un atractivo caballero, culto y cordial, y la imaginación les brindó una visualización ideal de ese supuesto hombre. Cada una lo adornó con todas las cualidades posibles, y esperaban impacientes que llegaran las diez de la noche, la hora en el que invisible pero contundente ejemplar masculino se conectaba.
Si bien la mujer que se escondía tras el poético apodo se comportaba con suma corrección, solo quería charlar y bromear dentro de los límites del buen gusto, se sorprendió al notar que tanto «Diablita», como «Tu Deseo», querían llevar las cosas a otro nivel.
Astuta, la mujer eludía los tejos arrojados cada vez con más violencia, lo tomaba con humor y las seguía tratando con la misma cortesía, eludiendo los pedidos de citas para conocerse, pero en vez de amilanarlas, se enardecían.
Para darles un gusto, si les mandó su dirección de correo electrónico, aprovechando que no delataba la identidad femenina del «Alcon», magichawks@yahoo. Inmediatamente ambas mujeres le enviaban mails, hasta dos por día, resaltando el vigor de sus alas, su mirada penetrante, la fuerza de sus garras, y el deseo de ser llevadas a la estratosfera en un vuelo mágico que solo el/ella podía realizar. Cada una con su estilo, cosas de semejante estupidez, le escribían a la cada vez mas sorprendida inventora del personaje, quien respondía respetuosa y puntualmente, como buen caballero.
En esa «sala» virtual todos podían leer las charlas que se desarrollaban si así lo querían los participantes, y no paso mucho tiempo hasta que tanto las veteranas «Diablita» como «Tu Deseo» se dieran cuenta que estaban tras el mismo objetivo, ese mágico, bello, impactante hombre, que puntual se conectaba a las diez de la noche y solo por una hora, día por medio. Pero del cual no sabían ni aspecto ni nombre, para ellas era El Alcon.
Con el paso de las semanas, una guerra sorda se desató, las dos mujeres comenzaron a luchar entre sí por «Alcon de Alas Mágicas», quien, como mujer que también era, les escribía frases elegantes y en fino estilo que pocos varones pueden manejar sin que se les salga el freno.
Al mes, la lucha en la «sala» tomo proporciones de guerra, cada una de las pretendientes tenía sus propias aliadas, las frases venenosas, las ironías, las chicanas de todo tipo se soltaban cuando «Alcon de Alas Mágicas » se conectaba, o no.
Desconcertada, y un poco preocupada, la mujer al notar el lío que se estaba armando, decidió abandonar su personaje, la sala y toda la historia.
Pero, los mails de sus dos pretendientes llenaban su casilla de correo.
Recibió pedidos desesperados, poemas de amor desatados, largas reflexiones sobre la vida, las flores y el mar. Confesiones de amor del más puro que se pueda encontrar en el mercado. Promesas de todos los colores, y mas reflexiones robadas de libros de autoayuda.
La mujer se espantó al darse cuenta de que su personaje en verdad vivía en la mente de las otras dos, y las había apasionado hasta hacerlas saltar de sus inestables ejes, con mucha ternura intentó desvincularse, haciéndoles notar que nada sabían de «el», que jamás había alentado esperanza alguna, es más, jamás les había hablado de posibilidad de romance.
Fue paciente durante un tiempo en su tarea de desalentarlas, pero no había modo, incluso les escribió a Rosa y a Maria que no podía acceder a sus requerimientos amorosos porque era homosexual, pero, increíblemente la pasión desatada se elevó mas.
Ya harta, la mujer las eliminó de su cuenta , se olvidó del tema. Alcon de Alas Mágicas voló.
Pero, al no recibir más noticias de «Alcon de Alas Mágicas», Rosa y María, enloquecieron del todo, y la guerra llegó a proporciones Homéricas.
Rosa estaba convencida que su mágico Alcon la había dejado por María, y Maria pensaba exactamente lo mismo, que su amado alado estaba con Rosa, y cada una se sentía con derecho absoluto para reconquistar lo que consideraban suyo. Un hombre al que jamás vieron, del cual no conocían ni el nombre real, y que jamás había hecho el menor intento de conquista.
Nunca quedo claro como cada una consiguió los datos reales de la otra, quizá una sofisticada red de espionaje entre las aliadas de la sala. Siempre alguien conoce a alguien que conoce.
Maria averiguó que Rosa era una mujer casada, y sin más, ubicó al marido y le mostró los archivos del chat donde Rosa coqueteaba descaradamente con el famoso Alcon, y le dijo que eran amantes.
El marido, rudo obrero para el cual internet era un adefesio imposible no le creyó, Observó detenidamente a su poco agraciada esposa, quien tenía el poder de seducción de un rinoceronte con cistitis, y con la que había vivido casi treinta años, le habló con sorna del ya mítico «Alcon», La tez de Rosa paso del verde al blanco, sudo, tembló, tal fue su reacción que se delato en una falta que solo había cometido en su imaginación.
El marido, con flema inglesa, sin más, la dejó.
Rosa puso en marcha su venganza, no por la destrucción de su matrimonio, eso era un incidente menor, lo importante era que seguía convencida que Alcon estaba con María. Creó una cuenta, magichawks@hotmail, y haciéndose pasar por el alado amor, le escribió un escueto mail a María informándole que tenía un nuevo correo.
Tan ciega estaba que no razonó, si de verdad María había ganado el amor del Alcon se daría cuenta con un solo comentario que ese correo no era de el, casi no termino de enviar el mail que recibió la entusiasmada respuesta de María.
Rosa le pidió fotos íntimas a María, María se las envió. Rosa reenvió las fotos de la rolliza María a la cuenta del restaurante donde ella trabajaba en la cocina.
Los compañeros de trabajo vieron esas fotos y las carcajadas empezaron, nunca terminaron.
María no era muy estimada, era una persona de ceño permanentemente fruncido, una solterona con la Biblia bajo el brazo, pantagruélica gruñona que solo emitía críticas.
Las fotos, muy mal sacadas, la mostraban como un enorme alienigena sin una sola simetría corporal.
María tuvo que renunciar, las burlas no terminaban, al contrario, como la energía se transformaban, tentada de clavarle un cuchillo a alguno, decidió que lo mejor era irse.
Y, así termina, por ahora esta historia de máscaras venecianas, Rosa y María siguen larvando todo tipo de venganzas, despechadas por un hombre que jamás existió.
Sonia Drusila Trovato Menzel (Texto e Ilustración)