Marinero de Tierra adentro
Pasaba también, por su mente, el recuerdo de las noches en medio del océano. La paz y el sosiego que le producía contemplar la belleza del cielo cuajado de estrellas, que le sugerían otros mundos en los que, quizás, también habría mares en los que navegar. Pero no siempre el mar ofrecía esa calma, en ocasiones se enfurecía, como si se rebelase contra aquellos que osaban surcar sus aguas, y entonces era terrible. Multitud de barcos y miles de marineros habían pagado su tributo al mar, quedándose para siempre en él. También Pepito tenía su recuerdo de esos momentos trágicos, en una de esas tempestades su barco estuvo a punto de zozobrar, salvándose de ello milagrosamente. Con los embates de las olas sufrió una caída que le provocó una fractura en su pierna derecha, de la cual le había quedado, como secuela, una cojera que al caminar le hacía arrastrar ligeramente la pierna.
Llegó un día en que Don José, que empezaba añorar a Pepito, revirtió el camino y volvió al lago en el que había nacido. En las aguas de su infancia el marino de los grandes viajes dejó paso al marinero de tierra adentro. A bordo de Isabela navegó otra vez por aquellos parajes familiares y queridos. Acompañándole, casi siempre, niños de las aldeas vecinas a los que les encantaba oír las historias de Pepito. La vida, que tantas alegrías le había proporcionado, no quiso premiarle con la llegada de un hijo, y aquellos niños a los que paseaba en su barca llenaban, de alguna manera, ese vacío.
La cálida voz de una bella mulata, que le avisaba para la cena, le trajo de nuevo a la realidad. Raquel era, desde hacía años, la mujer con la que compartía su vida. La conoció en uno de sus viajes por Las Antillas y desde entonces no se habían separado.
Apoyados el uno en el otro, como dos jóvenes enamorados, Raquel y Pepito caminaron hacia la casa. En la arena, las huellas de la pareja que, poco a poco, se iba perdiendo en la oscuridad de la noche. En el lago, la luna llena bañándose en las tranquilas aguas,acompañaba a Isabela esperando que con el amanecer el sol le diese el relevo.
Matías Ortega Carmona
http://matiasortegacarmona.blogspot.com.es/