«Los Nadies» somos algunos
- Por Juan «El letrastero» desde su sección “Acuéstate y suda”
Enciendo la tele y… El Congreso de los Diputados, El Senado, Las Naciones Unidas, El Consejo General del Poder Judicial, La Comisión Europea, La CEOE, La CEE, La OTAN, etcétera, y la de instituciones que se me quedan pendientes. ¡Ah! y el COI también. Sí, porque en vistas de que todos pasan (olímpicamente) de los problemas de la calle, de las guerras, del ahogo al que están sometiendo a la población, del abuso en la factura de la luz, del coste de la vida, entre otros, vamos al desastre total. Lo del COI en todo este desaguisado, evidentemente, no podía dejarlo pasar, puesto que el Comité Olímpico Internacional viene que ni pintado, debido a que ya sea uno u otro organismo, están batiendo récords y ganándose la gloria con sus decisiones.
Es ese gesto tan propio de mirar hacia otro lado, del que sin atisbo de vergüenza hacen gala muchos de los que están ahí arriba. Nosotros, sí, tú también, somos “Los Nadies”. Aquellos a los que el gran Eduardo Galeano nos puso nombre y apellidos definiéndonos en los versos de aquel poema.
Nosotros, sí, tú también, somos “Los Nadies”
Las élites andan muy sueltas en estos tiempos que corren. Se crecen. Se creen capaces de pisotear a cualquiera y lanzar proclamas por las que en otros países estarían ya dando cuentas ante la justicia. Pero aquí… aquí nunca pasa nada. Hasta en algún Colegio Mayor se están soltando y de qué manera; ¡buah! menuda diarrea retrógrada, olorosa y con fragancia “Cayetenesca” que dejan cuando abren las ventanas estos hijos de… Don Tal y Don Pascual. Tanto, que sus bocas parecen ser el resultado de una ingesta desproporcionada de laxantes.
¿Cómo está el mundo? Mal, muy mal. Si hiciese ahora mismo un viaje teletransportado al Frankfurt Galicia y le preguntase al Facundo, cliente, albañil curtido en mil obras y mejor persona, sucedería lo siguiente: me miraría con su gracia onubense y sentenciaría brevemente su análisis con un certero: “El lío es gordo Juanito”.
Yo, incluso, me sorprendo al observar a los optimistas por naturaleza, como incorporan su cabeza 45º desde la hamaca del camping, playa, o jardín, para disfrutar de la vista “ombligonómica” que su propio consuelo les presta, que no regala, ¡ojo ahí, eh!
¿Qué podemos hacer? Pues poco, pero poco no es quedarse callado
Este mundo se puede hacer el loco y creerse en plena recuperación, vale. Pero cuando veo el telediario, no me queda otra opción que declararlo en un estado ruinoso y lamentable. No exagero nada, pero no me extrañaría que lo trasladasen un día de estos al pabellón de paliativos. Tiempo al tiempo. Y mientras tanto… ¿Qué podemos hacer? Pues poco, pero poco no es quedarse callado. No bajar el cogote y asumir la colleja correspondiente por ser de clase… dejémoslo en ciudadano de a pie, que despierta al compás de un despertador y no al canto de los pajarillos. Cada uno puede usar sus armas. El pataleo, por inútil que resulte también sirve. En mi caso, estoy en contra de unos, por el olor a pasado dictatorial que portan a cuestas (y que es lo único que han cargado en su vida), y decepcionado claramente por el resto; no me queda otra que echarme en brazos de la aliviadora tarea de soldar sílabas con las que forjar frases y andamiajes de párrafos en los ratos libres, o los que le robo a Morfeo, con la mirada cínica y de reojo del escandaloso Casio (el despertador), diciéndose a sí mismo: En unas horas escasas te vas a enterar. ¡Hágase la luz! Las ojeras te delatarán. Siempre huyo de leer esas páginas que ennegrezco con la escritura, y en las cuales suelto al combate feroz por un lado a la gramática y por otro a la sintaxis, para que se partan la cara, pero no por mí. Yo, en ese momento no paso de ser un mero lector de moratones y heridas. Además, no soy nada objetivo a la hora de levantar una mano para declinar la victoria a un lado. Es más, tiendo a declarar el combate nulo, para así irme a reflexionar con las metáforas entre mis pasos perdidos.
Por eso, cada uno elige su propio opio. Su vía de escape con la que huir de esta carrera cuesta abajo que está enfilando el mundo, nuestro mundo. Encima, añadamos al pastel la guinda: los cambios climáticos. Los cuales le están delatando una salud cada vez más endeble. Y con ella, la nuestra también.
Intentaré, sin más, ir cubriendo folios con la munición que no mata, pero que en ocasiones le gustaría herir conciencias que se declaran tranquilas
Así que, mil veces prefiero agarrarme a las palabras en plena acrobacia, que hacer caso de esos señores con corbata tono mostaza, y esas señoras con traje chaqueta de diseñador de lujo y cada pelo en su sitio, que me inquieren, aconsejan, inquietan y hasta se atreven a advertir alegremente lo que nos viene encima en los próximos meses. Seguiré apostando en la ruleta rusa de las letras. Mientras las balas sigan sin rozarle la nariz al percutor. Intentaré, sin más, ir cubriendo folios con la munición que no mata, pero que en ocasiones le gustaría herir conciencias que se declaran tranquilas.
Lo escrito, escrito está. Así que no hay que darle muchas vueltas. No es bueno pensar en frío lo que la fiebre te dicta, porque entonces la naturalidad se va cubriendo con la mortaja dorada que los poderosos le han vendido por el módico precio de su propia integridad y libertad de pensamiento. Sin dudas, como todos los sinsentidos que están sucediendo, en menor o mayor grado, no se detengan; un servidor, va a optar por la rendición metafórica a viva voz, ante la probable amenaza de una fumigación de las altas esferas a modo de calabobos de afonías varias, que pasan a crear briznas de una mudez generalizada. Porque como anunciaba “El Cabrero” en aquella introducción que invitaba a desertar del rebaño (“Como el viento de poniente” Marea): A la voz no hay quien la pare… Ni rejas, ni paredes.
Por ahora, nada más que decir, salvo que huyo veloz a resguardarme en la trinchera que la música me brinda (queridos Barricada; estimado Rocanrol). Y espero paciente y agradecido otra entrega: Si te estorban las cadenas, rómpelas y ponte en pie. Lucha por no ser esclavo. Y no preguntes por qué.