Juicio a Medea
Medea fue considerada en el mundo griego como la mayor bruja por mérito propio, ya que Circe y Calipso eran mas bien magas, bruja con todo lo que esa palabra lleva implícito. Y es lógico, era seguidora de la temible Gran Diosa Hecate, a la cual ninguna mujer bondadosa serviría.
Repartía su tiempo entre el estudio de artes oscuras y aparentar ser virtuosa como correspondía a su rango de princesa, primogénita del rey Eetes.
La tranquila rutina de la doncella se quebró definitivamente cuando los argonautas llegaron a la costa del reino. Medea se enamoró de Jason, el osado aventurero y jefe del grupo. Una bruja enamorada es, cuando menos, de cuidado.
Por tanto traicionó a su padre, el rey Eetes, entregando pócimas y ungüentos mágicos a Jason, a quien el rey le había prometido darle el vellocino de oro sólo si cumplía con una letal tarea.
Es claro que el astuto rey no deseaba separarse del tesoro, y sabía que enviando a la muerte al héroe con el imposible reto se sacaba de encima la obligación de entregar el vellocino.
Sin embargo, bien asesorado y protegido por los hechizos de Medea, Jason triunfó unciendo dos toros que lanzaban fuego por sus fauses, usándolos luego para arar una tierra venenosa, sembrar dientes de dragón, y vencer a los salvajes demonios que brotaron de tan particular semilla.
Pero, el rey Eetes decepcionado por la hazaña del argonauta, y sin sospechar que su propia hija lo había ayudado, decidió no ceder el vellocino de oro.
Jason se enfureció, pero, Medea traicionó a su padre y a su pueblo otra vez, llevándolo al bosque donde estaba escondido, otra vez utiliza su magia, roba el preciado vellocino para su amor.
A punto de embarcar a la precipitada huida, Jason agradecido le juró amor eterno a la eficaz princesa bruja, la llevó consigo y por algún motivo, también a su hermano menor, heredero del trono de Eetes.
Los fugitivos vieron acercase las naves del indignado rey en rápida persecución, Medea volvió a lucirse sin utilizar magia, sencillamente descuartizando a su pequeño hermano y arrojando los pedazos al mar, sabiendo que su padre desesperado por la muerte del niño, detendría sus naves para recoger los trozos del cadáver. Con esa ventaja los argonautas escaparon.
Traición, traición, traición y asesinato.
Cuando llegan a Tesalia Jason y Medea se casan.
El rey Pelias, quien había encargado el preciado vellocino de oro a cambio de su trono se arrepintió, no deseaba desprenderse de su reino. Jason lleno de impotencia y rabia, Medea no resiste la frustración de su amor y por supuesto, lo venga de la peor manera.
Muestra a las cándidas hijas del rey Pelias como consigue rejuvenecer a un viejo carnero, sangrándolo hasta morir, sumergiéndolo luego en un gran caldero rebosante de hierbas mágicas, del que renace joven y sano. Sugiere con venenosa astucia que bien podrían las niñas hacerle ese gran regalo de juventud a su amado y vetusto padre. Encantadas, las doncellas aprenden el ritual de Medea, que bien se cuida de que falle, las hijas matan a su padre Pelias.
Por supuesto no renace, Medea satisfecha, vengó así a su amado esposo.
Traición, traición, traición, asesinato, engaño criminal. La pareja pasó uno tiempo en paz, criando dos saludables hijos varones, sin embargo, la tragedia vuelve con más fuerza aún.
Jason se enamora otra vez, o quizá por primera vez, de otra mujer, la joven, dulce y virtuosa Glauca. Mas bella que su tenebrosa pero útil esposa. Tan fuerte es el amor que Jason profesa a la doncella que no dudó en repudiar a Medea y concertar nueva boda.
La furia de la bruja no tuvo límites, tantos servicios prestados, tanto amor derramado y como agradecimiento se ve desechada como trasto viejo.
Acude otra vez a sus oscuros poderes confeccionando un maravilloso manto que hace llegar a manos de la dulce Glauca, ella sin sospechar se lo coloca sobre sus hombros, el manto arde con gigantescas llamas, reduciendo a la muchacha a cenizas, no sin antes sufrir espantosa agonía.
Traición, traición, traición, asesinato, engaño criminal, asesinato, pero este último no le ha sido útil a Jason, rabioso contra su mujer de quien sabe perfectamente es la autora de tan cruel brujería, la repudia igual, reprochándole este asesinato que, por primera vez, no responde a sus deseos. Sin embargo es comprensible que también teme a Medea por sus poderes, indignado pero no tonto, solamente la echa de su lado.
Medea, lejos de tragar la afrenta, toma a sus dos hijos y los mata sólo para provocarle más dolor aún a Jason.
Traición, traición, traición, asesinato, engaño criminal, asesinato, filicidio. En el idioma de Medea es expresar amor.
Medea, ya sin ninguna posibilidad de volver con su amado esposo, erra por distintas tierras, si bien tiene otro hijo llamado Medo con mejor destino ya que su nombre perdura en un pueblo.
Se dice que Medea es inmortal, que vaga por todo el mundo penando por Jason.
De acuerdo a todo lo aquí relatado, ¿quién es el culpable de tanta tragedia?, no hay dudas en el veredicto.
Jason por acción u omisión permitió que su mujer realizara todos y cada uno de los crímenes ya que recibió beneficios importantes por ellos. Presenció imperturbable los actos malvados de su enamorada sin reproches ni demostrar horror y mucho menos cuestionar, ya que convenían a sus fines. Medea su pasión y sus malas artes fueron solo un instrumento letal usado sin consideración, ella solo utilizo sus poderes en beneficio de su hombre sin comprender el crimen. Inclusive en el asesinato de Glauca y sus propios hijos es evidente que actuó bajo emoción violenta. El hombre que no reaccionó ante el descuartizamiento de su joven cuñado, ni el regicidio perpetrado contra Pelias sólo reacciona cuando Medea asesina a gentes de su interés, y así y todo, no se atreve a castigarla ya que le teme.
Jason es cobarde, manipulador y perverso.
Por lo antedicho y por mucho más, Jason es culpable. La condena será decidida por Glauca.
Medea, por su responsabilidad, es condenada a serles arrebatados sus poderes, por lo demás, con ser mujer sin magia, es suficiente castigo.
Sonia Drusila Trovato Menzel (Ilustración y Texto)