“IMAGINÉ (to the people)”
- Por Juan «El letrastero» desde su sección “Acuéstate y suda”
Una vez, dijo Paul Auster que: “La realidad no existía si no había algo de imaginación para verla”. Y la verdad es que, creo que al versátil escritor de Newark no le faltaba razón. ¿Qué sería muchas veces de nuestras vidas sin la imaginación? ¿Quién no ha metido alguna vez la mano en su cajón y ha robado, o tomado prestado una porción de ella?
Me pongo a repasar diferentes cualidades y aspectos que la imaginación nos brinda, al mismo tiempo que saco la conclusión, acertada o no, de que la creatividad es su hermanastra; pues ya sea con la insistencia o el trabajo, se dan unos frutos que después disfrutamos todos. También opino que, si la usamos de manera errónea, el producto final que se genera es la peor de las manufacturas humanas: la mentira.
La imaginación que deriva en creatividad, siempre me ha fascinado. Reparo en artistas a los que admiro, y me envuelven los sentidos con un aura flotante de talento, al que me rindo desde que tengo uso de razón. Un ejemplo: cada vez que, desde mi adolescencia, he escuchado el punteo de “Flojos de pantalón”; un escalofrío me ha recorrido la espina dorsal, para posteriormente sentirme en otro mundo, ¿imaginario?, pudiera ser. El maestro Rosendo Mercado tiene esa virtud, la de plasmar dosis mágicas de lo que viene a ser la Santísima Trinidad de la composición, para entendernos mejor: inspiración, imaginación y trabajo. Y ahí, no hay sitio para la técnica ni el virtuosismo.
Suelo decir, con o sin razón, y con una buena dosis de pensamiento utópico, parido de algún Tour neuronal por etapas, de esos muy míos. Más concretamente, expulsados de alguna etapa reina con final en el córtex frontal, y en las que reflexiono acerca de que la creatividad debería ser una asignatura en las escuelas. Además, sin puntuar. Ni aprobados, ni suspensos. Únicamente, intentar pulir la creatividad de cada uno y a su manera, sin escalas que determinen la existencia de calidad o no. Eso, de alguna manera, lo hizo un profesor que tuve en cuarto de E.G.B. Un visionario con aire de John Lennon, que en una escuela pública de barrio incluyó el soñar como parte de las clases. Algún día hablaré de su avanzado (aún hoy) método. Y es que, mientras en el aula de al lado (el B) rezaban el Padre Nuestro… en la del A, leíamos veinte minutos antes de empezar la primera hora “El diario de Ana Frank”: Querida Kitty…
En mi caso, y centrándome en la parte de mi infancia, creo que la imaginación fue una aliada, al no tener hermanos de mi edad, y que fuese como la mayoría de mis compañeros un “niño de la llave” (Aquellos que llegaban a casa a las cinco de la tarde y no había nadie). Porque una vez acabada la tarea, ¡imaginación al poder! El marco de la puerta del trastero se convertía en una portería de balonmano. Desarrollé una técnica en la que con una pelota de goma medio deshinchada, desempeñaba la función de portero y jugador en el mismo espacio de tiempo. Yo lanzaba, yo paraba, o no. ¡Ah! Añado que también era el árbitro… penas máximas cuando me daba la gana. El guionista de la contienda utilizando su imaginación. Sí, admito que hubiese preferido el fútbol, pero la experiencia ya me había enseñado que el puntapié no es tan exacto como yo creía, y luego… el plato con el mapa de Galicia pintado, o la Dama de Elche que le trajo a mi madre una vecina a modo de souvenir veraniego, no eran de goma. Y el pegamento te salvaba de primeras, pero al sentarnos a ver la tele toda la familia… la grieta se hacía más que evidente. Confieso que separé y uní las Rías Altas y las Baixas varias veces.
Un año después de aquel curso, el profesor se fue (o lo echaron) del colegio. Y ahí es cuando puse en marcha toda la ingeniería imaginativa de la que disponía. Las clases aburridas de la Señorita Encarnita eran eso… un aburrimiento. Y el hastío y la imaginación no casan bien. Se repelen. Y siempre debe ganar la imaginación. Que conste que aprobaba esa asignatura, a base de estudiar en casa, incluyendo algún tiempo muerto para una prórroga a penaltis (Yugoslavia-Italia, qué emoción). Pues eso, que me tocó crear una vía de escape. Era la siguiente: en la última hoja del cuaderno, trazaba el serpenteo exacto de la carretera que iba de A Pena Folenche hasta el puente de la entrada de A Pobra de Trives. Luego, con un boli Bic rojo y otro Corvina azul (que olía a alcohol puro eh), daba comienzo la carrera de bolígrafos. La técnica, consistía en colocar la yema del dedo índice sobre la parte superior del boli; presionando lo justo, para que dejase una marca de tinta, pero que no se saliese del trazado. A más larga la línea, más ventaja sobre el otro ciclista, perdón… bolígrafo.
Puedo asegurar que, en esas clases se vivieron momentos épicos entre la pugna de Álvaro pino y Robert Millar. Nada que envidiar a la real, que tenían en esa Vuelta a España que se disputaban los dos. Al gallego le asignaba el Bic rojo, porque corría en el equipo ZOR-BH, y yo tenía una BH roja, sin más. Al escocés el azul, por el color de su maillot. Y sobre el papel, se iban dibujando unos demarrajes cargados de épica. Hasta que la señorita Encarnita, insistía en recriminarme delante de toda la clase unos viajes a la luna de Valencia, que años más tarde, cautivo del universo de las metáforas logré entender. También, pasados unos pocos años, y coincidiendo con una salida de etapa de una Volta en la antigua fábrica de la DAMM, en la calle Rosellón; tuve el tic repentino de darle dos punterazos (cosas de críos) al neumático de una bici que estaba allí apoyada, para comprobar la presión del aire. Cuando apareció (y esto no es fruto de mi imaginación eh) el mismísimo Robert Millar soltándonos de todo en anglosajón. Espantó a mis compis, mientras un servidor, esquivaba con los reflejos que el adoquín de la calle enseña así, una colleja de él, ahora ella, pues sobre el 2.000 se cambió de sexo y actualmente se llama Philippa.
Por eso creo que en la vida siempre debemos romper una lanza o plato de souvenir a favor de la imaginación. Porque la realidad, actualmente, ante una guerra que acaba de dar comienzo… nos supera, sí, y mucho.
¿Para cuándo una oportunidad a la paz? No es tan difícil.
¿Algún día te harán caso John?