Hilario García Ortega: “Nací en la moto y para mí es mi novia”
- Este motero veterano que participó en la concentración motera de A Rúa recorre miles de kilómetros al año por España y Europa para participar en los eventos que reúnen a moteros
La II Xuntanza Primaveral Valdeorras en A Rúa, organizada por la Peña Motera Manada, reunió el fin de semana a moteros de diversos lugares de la geografía gallega y otros puntos de la Península así como a veteranos asiduos a este tipo de concentraciones. Es el caso de Hilario García Ortega, natural de Girona , pero conocedor de la zona pues tiene familia en el Puente Domingo Flórez (León). Su pasión por la moto, de la que dice “es mi novia”, le ha llevado a recorrer miles de kilómetros para acudir incontables concentraciones moteras por España y Europa.
Hilario García Ortega porta sobre su chaleco numerosas chapas que no son simples adornos sino de recuerdo de otras concentraciones, de la asociación Moteros Unidos (colectivo solidario) e incluso cuernos que hacen alusión a “mi pertenencia a una asociación de vikingos”. Este veterano de la moto explica que “yo nací encima de la moto. Mi madre iba en una moto y ya le sobrevinieron los dolores del parto”.
Este ex legionario va sobre una Harley que cuenta con 10 años de antigüedad si bien la primera motocicleta que tuvo la guarda en su casa como oro en paño. Cuenta que “me conoce España y media Europa. Voy a Elefantes de Alemania, a la de los hippies a Holanda, a Portugal y España la recorro de pe a pá. No me pierdo una concentración motera”.
Su pasión por la motocicleta le lleva a decir que “voy a seguir con la moto toda la vida, nací para ella y yo tengo que morir en moto”.
Para Hilario García lo más especial de estas concentraciones como la desarrollada en A Rúa es que “encontramos amistades nuevas, gente que no la has visto nunca, y se llega a crear una amistad para toda la vida. Ves un motero en la carretera y es el único que va a parar, aunque no te conozca. Y tenemos nuestro propio código, nuestro saludo. Si lo ves parado en la acera paras y le preguntas si necesita algo, aunque no lo conozcas. Hay unos lazos de compañerismo únicos”.
Al igual que otros moteros, afirma que “la moto se lleva en la sangre, se vive, es un mundo aparte, supone una libertad absoluta. Yo por el hecho de ponerme el casco y que me de el aire ya me siento libre, soy feliz”. Y la experiencia es un grado por eso “a la moto hay que respetarla, hay que cumplir los límites de velocidad. En mi caso, a mí me gusta ver el paisaje, los chiringuitos, parar. Y o no corro, voy despacio”.
Finalmente, apunta que el sonido en general de las motos y “el de la mía, en particular, me suena a música divina. Para mí, mi moto es mi novia”.