Hay casualidades que son increíbles
A mí me encanta España, yo este país es que lo adoro, y por eso de que donde vivo (Betanzos – A Coruña) frente a mi casa pasa el Camino de Santiago, pues me siento en el café La Banca o en el Lanzós, y lo mismo hablo con uno de Guadalajara, que con otro de Murcia, de Almuñecar, Salamanca o Antequera, con cualquiera.
Y allí, sabiendo que esto vivo y sano, con un cigarrillo y echando unas risas con el personal… me llega; y con tanta charla, pues siempre pasan cosas. Yo no sé a ti, pero a mí me suceden situaciones de lo más surrealista y hasta dudo si es que me ven de otro planeta y me quieren informar de como se vive en la Tierra o si algunos de los que hablan conmigo… es que no sé explicarlo, como que les pasa algo.
Hace unos días, conversando con uno empezó a contarme no sé qué de su pueblo y, en un momento dado, me dice: «Y había una zona que era el campo de la leña». Yo pensaba que iba a seguir hablando cuando se para, me mira fijamente a los ojos y me espeta: «¿Y sabes por qué le llamaban el campo de la leña?». Yo, obviamente me callé, pero a punto estuvo de decirle: «Porque vendían cocinas Fagor, a que sí»
Y tras el silencio, como si hubiera descubierto la fórmula de la relatividad, la existencia de los agujeros negros o el Santo Grial, como… yo que sé como, me suelta con una voz en tono de conocimiento excelso: «porque allí vendían leña». «Increíble –pensé– vendían leña en el campo de la leña». Yo estuve por decirle: «Joé tío, qué casualidad, vender leña en el campo de la leña. Mira que hay cosas para vender, pero leña en el campo de la leña… es que es la de dios», pero no dije ni mu.
Si te soy sincero, él siguió hablando y yo ya no escuchaba, yo ya solo pensaba que tiene que haber un algo más en el mundo para que me sucedan estas cosas; un Ser más que Superior; un Ente que lo domina y lo sabe todo, a la vez que me repetía y repetía: «En el campo de la leña, se vendía leña; en el cam-po de la le-ña, se ven-dí-a le-ña. Acojonante»
Y así estuve durante media hora, ¡qué digo media hora…! , ¡una o dos horas! Y de verdad, pero de verdad de las buenas que no dije nada, pero nada de nada, no fuera a ser que comentase algo, que mi interlocutor lo interpretara mal y pensara que estaba haciendo leña del árbol caído. No me lo perdonaría. «En el cam-po de la le-ña, se ven-dí-a le-ña, se ven-dí-a le-ña». Buf, esto es cosa del más allá.
Manuel Guisande
https://manuelguisande.wordpress.com/