¿Hay algo más raro y alucinante que una mujer?
Hay algo más divertido que las mujeres, hay algo tanto distinto a los hombres (inclúyase toda la fauna africana, zona sur-suroeste, y parte de Malasia), hay algo que aunque te pases más 1.500 años viviendo te pueda sorprender más que una mujer… definitivamente no.
Ni la Warner, ni PortAventura, con 7 años es más alucinante, divertido y flipante que una mujer, no lo hay. Y esto viene a cuento por un asunto de un traslado, porque un traslado, cuando eras joven y vivías solo, pues era eso, un traslado, y la misma palabra lo decía Tras (después, luego, irse, partir, marchar) Lado (otro lugar, otro sito, otro lado); pues con una mujer un traslado no es un traslado en sí; es… como te diría yo… una mezcla entre, un traslado y una desviación mental, entre un qué pasa y que sucedió, entre un cómo y un por qué, entre un vamos y un por que vienes, entre… la de Dios, es lo que es un traslado de casa con una mujer.
Ya no te hablo ya de subir cajas como un sherpa y hacer cumbre en el piso en el que vas a vivir, que si tiene ascensor te miras al espejo y te dices: «¿Y qué hace esa mula en el ascensor?» Y descubres que no, que eres tú, cargado como si llevaras alforjas, apoyando las cajas contra los laterales contra los botones para subir o bajar y ganas te da de darle al de auxilio para que venga alguien.
Lo más sorprendente de un traslado es cuando ya en la nueva casa y con más cajas que Zara por todos los sitios, decides, pues yo que sé, clavar unos estantes en la pared, por ejemplo, por eso de hacer algo y elegir el sacrificio humano, no vaya a ser que a ella se le dé porque subas el resto de lo que queda al trastero. Pues eso, cuando estás aún estudiando el asunto, de repente llega ella y te dice: «Traigo algo que te va a encantar» Y tú, que llevas desde las ocho de la mañana de un lugar para otro ¿qué crees es que puede ser? ¿un café?, ¿algo de comer, porque las mulas también comen? No.
Ella, entra donde estás y con una sonrisa que jamás la habías visto ¿qué te trae? Un destornillador. Sí, un destornillador, y te lo muestra como si desde que nacieras estuvieras esperando esa herramienta, como si tuvieras un trauma de pequeño porque lo Reyes no te pusieron un destornillador, como… y, entre nosotros (yo no sé si esto es una indirecta), si lo tienen calculado o es la inconsciencia o es casualidad, pero miras la punta del destornillador… y en efecto, no puede ser otra, es la de cruz, pero claro es la de cruz porque no hay la del calvario que si no… pues también te la traía. Y aún así, la quieres, manda caralllo.
Manuel Guisande
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