Eloy Santín: las miles de pisadas de un alpinista

  • “La montaña es una filosofía de vida, una afición y un deporte para toda la vida”
  • Es autor, junto a Ignacio Sáez, del proyecto “Dosmiles de Castilla y León”

 

Eloy Santín Castañeiras, natural de la localidad berciana de Vega de Valcarce (León),  lleva miles de montañas pisadas por sus pies. Este alpinista,  arquitecto técnico y que ejerce su profesión en Ponferrada (León), practica desde su infancia  su pasión por la montaña, de la que habla con auténtica devoción,  toda una filosofía de vida que, incluso, le ha llevado a realizar publicaciones como “Montañas de castilla y León” (con Ignacio Sáez) y a ejecutar el proyecto “Dosmiles de Castilla y León”, un reto personal, deportivo y una experiencia vital que no perseguía batir ningún record pero que cataloga las cumbres de más de 2.000 metros de altitud de la Comunidad de Castilla y León.

 

Sus pies, sus ojos, sus manos y, en definitiva, todos sus sentidos han visto, oído y “abrazado” desde la cara Oeste del Naranjo de Bulnes en 1974 hasta las empinadas laderas del G II (Pakistán) o del Cho Oyu en el Himalaya (cima situada a 8.201 metros de altura, la sexta más alta del mundo a la que se accede desde Nepal), pasando por los Andes, los Alpes, el Polo Norte y un sinfín de cordilleras. Pero es en su tierra, Castilla y León, donde también ha coronado cumbres de belleza infinita, que ama y respeta.

Eloy Santín nació el 20 de septiembre de 1949 en Vega de Valcarce y se inició en la montaña en Ponferrada en el año 1964, fundando el Club Annapurna, tanto en el terreno de la espeleología como de la escalada. En el año 1966 se traslada a Avilés e ingresa en el Club de Montaña Ensidesa, donde comienza una intensa actividad. En 1968 se traslada a Madrid y en 1984 retorna a Ponferrada (León) ingresando en la Peña de montañeros Gistredo. Ha realizado innumerables ascensiones.

 

El alpinismo, la montaña, forma parte indisoluble de Eloy Santín, una afición y deporte que también marca la profundidad de su personalidad, amabilidad y cordialidad.

 

¿Cómo surgió su vinculación con el alpinismo?

Surgió cuando era niño. Vivía en una casa en Vega del Valcarce que tenía un corredor que se asomaba a una zona de montaña, de 800 metros, y con castaños preciosos en el entorno. Cuando mi padre se iba unos días,  me daba la sensación de que iba al fin del mundo.  Siempre sentí una atracción por zonas aparentemente inaccesibles. Empecé a escalar muy joven, hice espeleología y luego me fui a Avilés, después a Madrid donde estuve en grupos de montaña al tiempo que lo compaginaba con mis estudios. En el año 1974 conseguí escalar la cara oeste del Naranjo de Bulnes; estuve en esa pared de 500 metros en vertical dos días; hice expediciones a Perú. Y a medida que va pasando el tiempo, esta afición ya no sólo es dificultad sino que la disfrutas.

 

La montaña hay que sentirla, ¿es dura?

La montaña es una filosofía de vida. Buscas llegar a la cumbre, al lado más complejo, pero hay que vivirla, sentirla. La montaña es inmensa. No sólo es llegar, es apreciar el paisaje, la naturaleza, es un concepto más amplio. Ahora, forma parte integral de mi persona.  Y engancha pues sientes la necesidad de llegar a la cumbre donde el oxígeno está más enrarecido. Es un deporte y una afición para toda la vida. Puedes practicarlo siempre, a cualquier edad.

 

Pero encierra sus peligros…

Sí. No es lo mismo la escalada, que es muy peligrosa,  que la montaña, que también tiene sus riesgos. Hay que emplear siempre medidas seguridad, tomar precauciones con elementos de seguridad, porque una tormenta, un rayo, un resbalón, pueden ser fatales.

 

¿Qué aconsejaría para el que quiera iniciarse?

Este deporte lo bueno que tiene es que se puede empezar desde niño. Puedes ir a Pajariel, que está aquí al lado y practicar  disfrutando además del paisaje y los animales. Para practicar montaña o alpinismo no hace falta ir al Himalaya, puedes hacerlo en tu pueblo. No hay edad para hacer alpinismo, para subir a la montaña. Además, no requiere de grandes conocimientos, puede hacerlo cualquiera. Sólo hace falta ganas, ilusión, tener energía y gastarla. Eso sí, insisto, no hay que confundir escalada y montaña. Y las medidas de seguridad deben estar presentes.

 

¿Cuál es su reto más inmediato?

Este año iré a Islandia. El año pasado fui a Bulgaria y, hace dos, al Polo Norte.

 

¿Y su sueño?

Morir con las botas puestas. No entiendo la vida sin la montaña. Ahora, me dedico más a recorrer caminos antiguos de bueyes, olvidados e, incluso, intransitables en Vega de Valcarce-Villafranca-Piedrafita, por los que antiguamente subían los bueyes cargados por sitios increíbles y que brinda unos paisajes maravillosos. También practico esquí de travesía. Estoy disfrutando por Vega de Valcarce, buscando pasos olvidados, juego la partida, atiendo mis castaños…

 

¿En la escalada y alpinismo se buscan emociones fuertes?

Cuando tienes 16 años se buscan emociones para que el corazón lata muy deprisa, ahora voy con la misma emoción pero más pausado. Lo bueno de la montaña es como correr que puedes ir más rápido o simplemente trotar.

 

¿El proyecto “Dosmiles” cómo surgió?

Tengo un compañero con el que me identifico mucho que vive en Valladolid, Ignacio Sáez. Coincidíamos en Babia, Picos de Europa etc. Siempre hacíamos las mismas cumbres. Un día, en Peña Oubiña, nos planteamos: pero si hay infinidad de cumbres y siempre subimos a las mismas. Y decidimos subir a las que tuvieran 2.000 metros en Castilla y León. Y a partir de ahí cambiamos la filosofía y para subir a todas. Tuvimos que aplicar normas internacionales para decidir cuáles eran las de 2.000 metros, puesto que existe una normativa al respecto. Y nos embarcamos en esa preciosa actividad. En las Palentinas hicimos 16 cumbres en un día, cresteando (zonas altas unidas por crestas).

 

¿Quién es Ignacio Sáez para usted?

Es mi compañero de montaña, mi otra naranja de este deporte, el compañero ideal, en el que confío, con el que te entiendes y no te preocupas. Es una gran persona.

 

La montaña, dice, es para toda la vida…

No entendería caminar sin pisar la montaña. Mi capacidad física, mis piernas, brazos, todo, es para usar en la montaña.

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