Elegir el mejor producto para el ahorro a largo plazo
Dentro de los diferentes perfiles de ahorradores particulares hay quien es más proclive a contratar productos de ahorro a corto plazo ya que lo que busca es tener la mayor liquidez, capacidad de recuperarlos lo antes posible, frente a otros criterios como puede ser la rentabilidad.
Pero de igual modo, hay perfiles de pequeños ahorradores que buscan el largo plazo como medio de crear un colchón financiero ante posibles traspieses que puedan ocurrir. Es en este grupo de clientes financieros que prefieren los productos de ahorro a largo plazo donde nos centraremos hoy.
La finalidad última de los ahorros (si es que la hay de forma específica), la posibilidad de disponer de ellos en cualquier momento (nivel de liquidez), la rentabilidad que dan y su tributación,…. Muchos son los factores que hay que tener en cuenta para decidir cuál es el producto de ahorro a largo plazo que más nos conviene. Incluso productos de corto plazo o de total inmediatez como las libretas de ahorro tradicionales o las cuentas remuneradas, pueden ser empleadas como un producto de ahorro a largo plazo (ejemplo son las cuentas junior o jóvenes).
Veamos cuales son las alternativas más comunes en los productos específicos de ahorro a largo plazo.
Depósitos bancarios
Escoger un depósito bancario a largo plazo (entendemos a más de doce meses) es indicativo de que lo que más nos condiciona es la aversión al riesgo. Son productos sin riesgo sobre el capital inicial que hayamos depositado siempre que cumplamos el vencimiento que hayamos pactado inicialmente. Dependiendo del depósito y de la entidad, en caso de ser necesaria la recuperación antes de tiempo del dinero, llevará una penalización que puede afectar solo a los intereses o también al capital inicial.
En cuanto a la rentabilidad que ofrecen estos depósitos actualmente, no se puede decir que sea muy elevada. Puede que las ofertas de depósitos online sean algo mejor en cuanto al tipo de interés que ofrecen, pero la diferencia no es muy grande.
Los depósitos además están garantizados por el Fondo de Garantía de Depósitos hasta 100.000 euros (Cliente/producto/entidad) en caso de quiebra de la entidad. En caso de las entidades extranjeras que operan en España habrá que ver quién y cuanto cubre estos en caso de quiebra.
Fondos de inversión
Los fondos de inversión han experimentado un auge en la cifra de contratación en este año 2013 tras 5 años de caídas. La bajada de la rentabilidad que se ofrece en los depósitos bancarios es un factor que ha influido en ello.
En estos productos el cliente adquiere participaciones de un fondo a un determinado valor. Ese fondo invierte en diferentes activos, que tendrán mayor o menor riesgo que es lo que determinará la rentabilidad a obtener, resultado de la diferencia de valor de las participaciones el día de la compra y del que posean el día del vencimiento.
A diferencia de los depósitos que tienen la rentabilidad conocida de antemano, en los fondos de inversión, salvo que se contrate uno de rentabilidad garantizada, no se conocerá esta hasta el vencimiento.
Otra diferencia que nos podemos encontrar es que los depósitos suelen periódicamente dar la rentabilidad obtenida en la cuenta corriente vinculada del cliente (se puede escoger depósitos que paguen los intereses al vencimiento). Mientras que los fondos suelen dar la rentabilidad al final de la vida del producto o del vencimiento pactado, aunque este año se han lanzado al mercado diferentes fondos que permiten ir cobrando periódicamente antes del vencimiento la rentabilidad obtenida, lo cual hace que compitan directamente con los depósitos bancarios.
Una de las diferencias más importantes es que los fondos de inversión no están garantizados por el Fondo de Garantía de Depósitos a diferencia de los depósitos en caso de quiebra. En esa situación dependerá del patrimonio de la entidad gestora del fondo para saber cuánto de nuestra inversión podremos recuperar.
La fiscalidad en cuanto a las rentabilidades de los fondos es más benévola que la de los depósitos bancarios.
Planes de Pensiones
Por último comentamos los planes de pensiones como otro producto de ahorro a largo plazo típico. A diferencia de los dos anteriores, este posee una finalidad de antemano como es la de crear un capital para recuperarlo (todo de una vez, en forma de renta o mixta) cuando el titular llegue a la edad de jubilación.
Tiene un objetivo claro en el horizonte que, lógicamente, es a mayor plazo que los dos productos anteriores.
La liquidez o recuperación de un plan de pensiones es muy limitada y en pocos casos se puede recuperar antes del vencimiento.
La rentabilidad depende de los activos en los que invierta el fondo de pensiones que gestiona el dinero que nosotros metemos en nuestro plan. Planes de renta fija, variable o mixta en sus diferentes alternativas, darán diferentes rentabilidades.
A diferencia de los dos productos anteriores, los planes de pensiones poseen una rentabilidad doble. Además de la financiera, poseen una rentabilidad fiscal ya que las cantidades depositadas cada año en el plan son deducibles (en determinadas cuantías) de los ingresos que el titular posee y que incluye en le declaración del IRPF. Evitan el pago de impuestos por esas cuantías y se difiere este pago al momento que recupere lo ahorrado, lo que permite considerar a estos productos como instrumentos de planificación financiera y fiscal.
Indicamos que no solo son estos los tres productos de ahorro a largo plazo que existen, pero sí de los más usados por los pequeños ahorradores.
Seguros de vida-inversión, PIAS, planes de ahorro, planes de jubilación, incluso productos de renta pública (letras, obligaciones, bonos,…) son productos que también permiten a los pequeños ahorradores el dejar su dinero a largo plazo con mayor o menor riesgo y rentabilidad.
Lo que está claro es que el usuario financiero que contrata productos de ahorro a largo plazo debe de analizar antes su situación personal y sus finanzas, ya que ello condicionará muy mucho el producto a escoger.