Buenos Aires celebra a Galicia
El sábado pasado (10 de Octubre), amaneció frio, soleado, un bonito día.
Al mediodía, sin embargo, el cielo mostraba nubes oscuras, ambiente pesado, luego llovió.
Se levantó otra vez viento frio, y solo una hora después de la lluvia, el sol se desparramó sobre las mojadas calles del centro porteño.
Lógico que se sucedieran estos aconteceres climáticos, Galicia irrumpía en Buenos Aires.
Sobre la señorial Avenida de Mayo, cortada varias cuadras en su extensión, se levantaron puestos donde se ofrecían productos gallegos, especialmente gastronómicos, iban y venían hombres y mujeres vestidos con trajes típicos, hablando alegremente con un acento que nada de gallego tenía, inmigrantes que arribaron en su niñez, hijos, nietos, y amigos de numerosos centros Gallegos festejaban y honraban costumbres de la lejana tierra.
Es el segundo año en el que se realiza el evento Buenos Aires celebra a Galicia.
En un extremo de la feria se alzaba un escenario donde a partir del mediodía de sol, lluvia, viento, calor y frio grupo tras grupo tanto de danza como de música presentaban su arte.
Y las gentes que atendían los puestos contaban sus historias y las de las fundaciones que representaban.
Alfredo, por ejemplo, mientras servía incansable generosas porciones de arroz con mariscos, ayudado por la entusiasta María Luna, narra la historia de la Casa de Ourense en Buenos Aires, fundada hace pocos años en relación a las demás.
Se dedican tanto a temas sociales como culturales, se confiesa utópico, no reciben subsidios y sostienen a puro pulmón un Hogar de Ancianos en la zona sur del conurbano bonaerense.
Estefanía y Pedro pasean con sus trajes típicos, la joven pareja pertenece al Centro Gallego de Comodoro Rivadavia, extremo sur de Argentina, ambos se preparan para danzar con su grupo, uno de ellos apenas si tiene un ancestro gallego, el otro nada, sin embargo se sienten bien gallegos.
En un puesto se ofrece bodhran , tambores y panderetas fabricados por el lutier Hugo, músico también, exhibe un imponente tambor de guerra, y da una pequeña demostración de percusión haciendo sonar un par de vieiras, algo que por estos sures es poco común.
Oscar tiene lo suyo para contar, se dice nacido accidentalmente en Buenos Aires, sus padres llegaron en la década del cincuenta escapando de crueles miserias.
Una historia común en la colectividad gallega de aquí, inicio humilde en un conventillo de chapa y madera en la localidad de Avellaneda, trabajo duro y constante durante décadas, y hoy ese conventillo que refugió a tantos desesperados es una sede ya sin chapas ni maderas, Imagem de O Grove, donde se conservan y difunden tradiciones.
Ana María también tiene algo para enseñar, una bella colección de muñecas con atuendos tradicionales, respetando hasta el detalle más pequeño. Pero, ante nuestros inexpertos ojos, no distinguimos que esos trajes más bien son asturianos.
La colectividad gallega es en Argentina una de las más numerosas, fundacional en este país.
Tantos, que interesante sería realizar una pequeña encuesta de cuantos gallegos tienen algún pariente en Argentina, algún tío abuelo olvidado, alguna prima lejana, casi todo gallego cuenta con familiares acá.
Llegaron por miles hace un siglo, trabajaron duramente, proveyeron a su descendencia lo necesario para salir adelante, por décadas su idioma era casi escondido, sus tradiciones se mixturaron con las locales, fundiéndose en el acervo cultural argentino y perdiendo algo de identidad.
Pero hoy, esa identidad es rescatada, respetada y mostrada con indisimulable orgullo.
Sonia Drusila Trovato Menzel (texto y fotos)