Brum Brum
Guardad a vuestros hijos, seres queridos, perros y ponis. Estoy hablando totalmente en serio. No queréis que anden por las calles la semana próxima. El viernes, para ser más exactos. Si valoráis sus vidas y os gusta ponerle un gorro de fiesta en la frente y gritar ‘¡ES UN UNICORNIOOOOOOOO. PAPÁ, TENGO UN UNICORNIOOOOOOOOOOO!’, mantenedlos en casa, llenad el congelador de cerveza, agua y zumitos de piña, estad provistos de azucarillos, y mantenerlos alejados de la puerta para evitar posibles tentaciones y disgustos.
Mantenedlos alejados porque el viernes me examino del práctico del coche. ‘¿Y a mi qué?’, pensaréis algunos. ‘Enhorabuena, ¿quieres un pin?’, dirán otros. ‘¿Le das azucarillos a tu poni?’, se preguntarán los que se hayan quedado en lo del poni. Pues no paséis tanto. No paséis tanto porque hay un peligro excepcional para viandantes y conductores. Y no, no soy yo al volante. Bueno sí, pero no del todo.
El peligro sois vosotros. Viandantes, conductores, queda aquí advertido: al que no respete el viernes el código de circulación, me lo cargo. No a besos. No a abrazos. Me lo cargo a volantazos. Arranco el volante y golpe, golpe, golpe. No se libra nadie: ni el chino que va a por pan y le pilla lejos el paso de cebra, ni el que tiene que parar un momentito bloqueando una salida de la rotonda, ni el que tiene demasiada prisa para llegar a casa a ver el tiempo con Paco Montesdeoca (YA NO TRABAJA, RELAJA LA RAJA. Y de este enfado, saco un pareado).
No me vale nada. Porque esta vez lo veo claro: no conduzco mal yo, lo hacéis vosotros. Siendo yo la cagona oficial de la autoescuela (único título oficial que he obtenido tras el de bachillerato), me ha dado tiempo a observar muchas cosas que hacéis en la carretera. No será nada diferente ni chocante, pero para mí es nuevo.
Explicadme por favor, ¿cuál es la prisa que tenéis? Si mi profesor me obliga a manejar el vehículo a velocidad máxima para obtener el título de ‘valiente del mes’, ¿por qué coño vais a 40km/h más que yo? ¿por qué os pegáis al culo del coche? ¿Para llegar al Alcampo cinco minutos antes y que no os quiten la oferta de filetes de lomo de cerdo? A veces, sólo a veces, me entran ganas de bajar la ventanilla, sacar el cuerpo del coche y llamaros, tranquilamente y proyectando la voz: catetos.
Eso es una de muchas cosas que no tengo espacio para contar ahora. Pero avisados estáis. No salgáis. Si no es por miedo, que sea por piedad. Me queda una convocatoria. Y mi prima, mi madre y mi abuela están muy ilusionadas. Mi madre y mi abuela por fin van a tener quien las lleve al Alcampo en coche. Por fin vamos a jubilar el poni. Pero a ver quién es el listo que le explica a mi prima de tres años que no la puedo llevar en coche a Disneyland como le había
prometido.
Yo, desde luego, no seré la que lo haga. Que la maldición del Animalito caiga sobre otro.
Alba Novoa
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