Amor y Amistad
“Un elefante que salva a un pequeño rinoceronte de los ataques de su madre. La desesperación de un perro cuando se cree abandonado por su amo. Un oso que se extasía al contemplar una puesta de sol. Un chimpancé que espera inútilmente el regreso de su cría muerta. Un delfín que inventa sus propios juegos”
(Jeffrey M. Masson- Susan Mcarthy)
Hace algunos cayó en nuestras manos un libro bajo el título de: “Cuando lloran los elefantes” (Martínez Roca) Y hasta ahora no hemos visto el momento de leerlo y hablar sobre él. Sus autores, nos hablan de sentimientos, emociones, y realidades en el mundo animal. Masson y Mc Carthy se dieron cuenta gracias a su experiencia y a una abundante bibliografía que existe una unión; una relación entre, mujeres, hombres y niños y el denominado por nosotros Reino Animal. Así comenzamos desde la distancia a interesarnos por este aspecto tan hablado, pero en ocasiones poco comprendido. Y por ese motivo pasa desapercibido. Esa comunicación entre todos en un mundo cada vez más globalizado. En unos textos podíamos observar la fotografía de una perrita recién operada o unos pájaros que están volando o el relincho de un caballo cuando nos acercamos a él. Pero que un servidor se haya decido a escribir sobre este tema de una manera muy breve… Fue el hecho de hablar hace unos días con el Doctor en Filosofía y autor de: “Las enseñanzas de Ramana Maharshi” (Kairos) Ernesto Ballesteros. Cuando en una de nuestras conversaciones soltó: “¡sabes que los animales no tienen Yo!” Desde entonces no hemos parado de pensar en ese concepto tan traído y llevado del Yo. Y a lo mejor, Ballesteros, tiene toda la razón. De hecho nos ha llamado la atención (menos mal) como Sri Ramana Maharshi el sabio de Arunachala aparecía fotografiado acariciando a Laskhmi, una vaca y consolándola en el momento de morir. La comunicación entre ambos era absoluta. Sólo hacía falta fijarse un instante en sus caras y ver esa cordialidad y afecto… Y lo mismo sucedía con las plantas y los árboles.
EN DEFENSA DE LOS ANIMALES
También hace unos meses saltaba en todos los medios de comunicación la publicación de un libro, “En defensa de los animales”(Kairós) escrito por el monje budista Matthieu Ricard en su momento investigador en biología molecular y actualmente residente en Nepal, contándose como uno de los asesores del actual Dalai Lama. Es de recomendar encarecidamente dos libros anteriores que como este han dado mucho que hablar: “El monje y el filósofo” (con su padre Jean- Francois Revel) y “El infinito en la Palma de la mano. Del big bang al despertar” con el astrofísico de origen vietnamita, Thinh Xuan Thuan ambos en Urano.
REENCARNACION. ¿QUE ES?
“Todo vuestro pasado es como un largo dormir que hubiera podido ser olvidado, de no haber habido un sueño. Y el sueño también habría podido olvidarse, de no haber habido una memoria” (Henry Miller)
Autores desde Charles Darwin- 1809-1882 (La expresión de las emociones en el hombre y en los animales) o la conocida Jane Goodall que nos dejan titulares como: “Nunca me jubilaré, tengo que trabajar por el planeta” (A través de la ventana o treinta años estudiando a los chimpancés. Biblioteca Científica Salvat o también: Conversaciones con Jane Goodall. Confluencias) O la zoóloga norteamericana, Dian Fossey (1932-1985) que a los treinta y un años de edad hizo su primer viaje a África, entusiasmada por la belleza del continente tras ver las fotos del viaje de una amiga, hasta otros menos conocidos se han pasado años estudiando estas relaciones y estos comportamientos. Y si nos vamos a la gran pantalla podemos disfrutar con la película de Vittorio de Sica “Umberto D” en donde Umberto Domenico Ferrari (Carlo Battisti) y su perro Flick situando el argumento en un momento duro nos hace llegar al Amor entre un animal y un ser humano. Incluso algunos buscando alguna explicación entran en campos como la teología o la moral. Y al mismo tiempo los seres humanos somos así nos hemos encontrado con un sinfín de preguntas y respuestas en ocasiones muy contradictorias. Pero, al hablar de filosofía, de religión o de moral nos hemos ido en busca de unas personas que han respondido a esta y otras cuestiones.
La luz del Dharma
Ya hemos hablado de Juan Carlos Ramchandani en esta columna de creandotuprovincia.es. Sacerdote Vaishanava y autor de varios trabajos desde: “A la luz de los Vedas, hasta Dharma. Introducción al hinduismo” (Finisterrae Ediciones) Cuando le preguntaron: “¿Qué condiciones tienen que darse para que el alma de un animal pueda reencarnarse en un ser humano?” respondió: “el alma tiene un camino ascendente de animal a ser humano. Los animales no crean karma, actúan por instinto y acorde con su naturaleza. Por ejemplo: si un tigre se come a una vaca, no puede haber una reacción kármica negativa, pues es la naturaleza del tigre el alimentarse de otros animales. Es cierto que la vaca muere de forma violenta, pero lo hace dentro de las posibilidades de la Naturaleza, con lo cual su alma avanza hacia el siguiente cuerpo” Estas palabras son una pequeña introducción de uno de los capítulos de: “Nos vemos en el cielo. Manifestaciones después de la vida de nuestras mascotas” publicado por Palmyra en donde sus jóvenes autores Carlos G. Fernández y Miguel Pedrero analizan en sus páginas estos comportamientos que si dejamos a un lado los distintos nombres cuentan con mucho detalle sucesos que se acercan a lo que podíamos denominar el Reino animal y el Reino Humano formando parte de un Todo. También buscan la explicación de un sacerdote y teólogo Javier Alonso que muy escuetamente explica: “Los animales efectivamente tienen alma. La Iglesia Anglicana, como parte de la tradición cristiana y a escasos cuatro siglos de la separación de la Iglesia de Roma, declara en su ‘inclusividad’ que es un asunto de conciencia individual de cada persona, pero que los animales son creaciones de Dios, y por lo tanto, poseen ‘anima’ influjo o aliento creador de Dios” A lo largo de sus páginas nos encontramos una obra pedagógica y de lectura muy accesible en donde como venimos desarrollando parece que estamos ante una gran obra de teatro que cuando se levanta el telón nos descubre una realidad. Nuestras diferencias entre unos y otros, animales para entendernos y seres humanos son mínimas. Al observar en un parque a una señora que se esconde de sus dos perros nos acordamos de esta y otras publicaciones. Y vemos que los trata como si fueran sus hijos. Y al señalar a autores como Frans de Wall y su “Mono que llevamos dentro” y “El borobo y los diez mandamientos” ambos en Tusquets o “De perros que saben que sus amos están camino de casa” (Paidos 2007) de Rupert Sheldrake nos vienen a la memoria estas páginas en donde se analizan encuentros y situaciones que parecen estar en otros planos de la realidad. Sus autores se han quedado según sus propias palabras asombrados cuando muchos de sus protagonistas les contaban sus historias. ¿Existe un Más Allá animal?, ¿Existen emociones y sentimientos entre mujeres, hombres, niños y animales? Incluso al leerlo y nos repetimos de nuevo nos asombra leer que muchas de sus costumbres son nuestras costumbres… Por fin son los animales los que sonríen o lloran, los que echamos de menos y vemos que según nuestra percepción aún siguen estando ahí. ¿Han visto ustedes la mirada de un gato cuando se sienta contemplando a su dueño o se acerca a él y no han echado de menos a ese perro que siempre se sentaba en un mismo lugar o nos ladraba cuando entrábamos? Pedrero y Fernández nos hacen acordarnos de otros autores críticos o no que han tratado este tema. Y sobre todo se llevan las manos a la cabeza cuando se habla de animales y sentimientos u otras realidades. Y sobre todo de los verdaderos protagonistas, ellos. Desde el conejo Lucas que los vuelve locos con su picaresca, hasta Óscar y Feliciana González o María y Loli que están aunque no esté vivo con su amigo, Pinki. Ellos son los verdaderos protagonistas. “Hemos visto que los sentidos y las instituciones, las diversas emociones y facultades, tales como el amor, la memoria y la atención; y la curiosidad, la imitación, la razón, etcétera, de las que presume el hombre pueden encontrarse en una razón incipiente e incluso a veces bien desarrolladas, en los animales inferiores” (Charles Darwin, El Origen del Hombre)