¿Son felices quienes viven allí? Especial Guisande en los Emiratos
Escribir sobre una sociedad cuando solo has estado once días, es en exceso atrevido y como es atrevido, pues es lo mío; pero si quien lee esto y tiene otra perspectiva y quiere dar su opinión… encantado, así aprendemos más.
Pero vayamos a algunos datos por eso de informar y hacer como que sabes. Los Emiratos Árabes tienen una extensión similar a tres veces Galicia y, según la revista Forbes, de los 9,5 millones de habitantes, el 83% son extranjeros de 150 nacionalidades. Conclusión, un bacalao, una melé de lenguas…. como para ligar está el asunto.
Como digo, estos son los datos de la revistilla esa en la que se olvida que también estoy yo, que estuve unos días y aunque solo fueron once dejé huella; y dejé mi huella porque, o soy muy susceptible, cuando salí de los emiratos, todos los que estaban delante de mí estuvieron algún tiempo parados en la aduana.
A mí no, a mí me despacharon en segundos, y aunque no entiendo el árabe, para mí que dijeron: «Menos mal que se va. A ese, ni pararlo, ¡¡¡ pero ni pararloooooo !!!, y Alfallí, contrólame al pavo ese que se me meta en el avión y que no me salga de él, no vaya a ser que se quede, que este la lía». En fin, una percepción personal.
El caso es que allí cada cual tiene su cultura, respeta las normas de un Corán suave y todos hablan inglés como idioma común porque lo han aprendido. Y esto es una gran ventaja, que lo han aprendido, porque cuando vas, por ejemplo a Londres, hablan a tal velocidad que no entiendes nada; pero en los emiratos, entre que el inglés no es perfecto y que vocalizan bien para que todos se entiendan… pues una ventaja esto de la comunicación verbal, que dicen los técnicos, a la vez que le añaden «transversal», que hoy, o dices «transversalidad» o no eres nadie.
Analizándote con la mirada
Pero el emiratí, el auténtico, el que va con kandura o dishdasha, que es esa prenda larga blanca tipo bata, no necesita hablar para conocerte. El emiratí se guía más con el corazón que con la razón; te analiza con la mirada y más que ojos parece que tiene rayos láser. Te enfoca, te escruta y, sin decir nada, te tiene calao, para bien o mal pero te tiene calao.
Locos por el fútbol, pero entre gol y gol te echan cada mirada… con el basquet no probé
Mira, un día me presentaron a un alto cargo, y tras darle la mano me miraba tan fijamente, pero tanto, que hasta pensé «a que tiene ojos de cristal…», a la vez que me decía: «tanto dinero y el pobre… sin poder ver». Ni parpadeaba, y tan petrificada tenía su mirada en mí que cavilé: «a que a va ser que quiere ver algo que esta detrás de mí y lo estoy estorbando…». Y a punto estuve (como cuando haces con los recién nacidos con una cerilla encendida para ver si la siguen con los ojos) pasarle por la cara un pozo de petróleo en llamas a ver si reaccionaba. Nada.
Se les ve contentos
Estudiar te estudian, pero también es cierto que cuando hablas con ellos es gente enrollada. Yo no sé si es porque vienen de las tribus nómadas y cada encuentro en el desierto debía ser una fiesta; pero el caso es que los emiratís son muy hospitalarios y siempre están sonrientes. ¿Y solo ellos porque están forrados? Pues no, en mi estancia pude comprobar que casi todos los que viven allí (pese a las diferencias sociales y económicas, que las hay) son felices porque lo que ganan les sirve para vivir ellos y sus familias, bien estén en cualquier ciudad de los emiratos o en sus países de origen.
¿Y cómo lo comprobé? Pues no solo viéndolos, sino por esa manía que tiene uno con tratar con quien se me ponga delante; desde la mano derecha de un ministro, hasta el portero de un edificio, un camarero, un ejecutivo o el que limpia los zapatos, me da lo mismo porque soy de los que piensa que todos, absolutamente todos, tenemos algo interesante que contar.
Y lo que necesitan es…
¿Y entonces los ciudadanos son felices, están contentos?, ¿es que no vi nada así que me hiciera sospechar y que me dejara pensativo? Pues sí, a mí me da que, no sé si muchos o pocos de los megaforrados, ya no buscan hacer negocios, que les da lo mismo mil que 300.000, un coche que una fábrica automovilística y que lo que anhelan es lo que al final desea todo ser humano, viva en los emiratos, en Pekín o en Aranda del Duero, algo que no se puede comprar con dinero: un amigo.
Un amigo que no esté interesado en lo que tienes o dejas de tener; un amigo con el que puedas compartir todo, tristezas, alegrías…; un amigo leal que no te traicione; un amigo con el que te diviertas, te rías y disfrutes de la vida; y por ahora, que yo sepa, las efigies de las monedas y billetes no hablan ni te entienden, y cuantas más efigies tienes, más las ves y más lo sabes y compruebas.
Manuel Guisande
https://manuelguisande.wordpress.com/