Cuando la obesidad es defensa
Distintas personalidades hacen que algunos toleren mejor o peor maltratos emocionales y agresiones físicas, todo un abanico de abusos, violencia, destrato, desprecio, duros golpes estallando en el centro mismo del ser.
Por supuesto que la intensidad del daño infligido y su superación depende de la racionalidad y fortaleza emocional de quien lo recibió.
En la enorme multiplicidad de factores, entorno e historia personal, las mismas agresiones son procesadas desde distintas posturas, el desdén, furia, tristeza, depresión, y en el peor de los casos, causan heridas que jamás cierran y el individuo queda desbastado.
Los caminos que siguen unos y otros ante situaciones que desgarran son variados, los hay quienes eligen una ruta de escape hacia la negación, se aturden en fiesta y sustancias no muy saludables, elaboran una despreocupación casi histérica, otros se encierran en misantropía, muchos generan una desconfianza absoluta y avanzan en las relaciones humanas con tantas precauciones como si transitaran en terreno minado.
La auto protección es un mecanismo natural, lógico, que usado con inteligencia es válido y hasta aconsejable. En mayor o menor medida, siempre dependiendo del entorno, toda persona debe tener un sistema de defensa bien estructurado.
Es imprudente creer que un rayo no va a caer sobre la testa propia.
Pero los caminos de la psiquis son inescrutables, si bien la auto protección es necesaria, a veces los métodos son tortuosos, y causan daño mayor.
Uno de esos sistemas que muchas gentes toman revela que el mando esta en lo mas profundo de la mente, en la parte primitiva del cerebro que evalúa inconscientemente el segundo sistema defensivo, a saber, esconderse, cubrirse, atrincherarse.
El primero es la huida, descripta anteriormente, evasión, negación, y demás artimañas mentales.
Esa defensa atávica, colocar una barrera entre el individuo y lo que teme, se construye con relativa facilidad cuando es el bulbo raquídeo quien toma el mando.
Una armadura, por llamarlo de alguna manera, producida por el mismo cuerpo, que amortice los golpes y oculte a ese ser extremadamente sensible y vulnerable.
Ordena con claridad, formar pliegues y mas pliegues de grasa corporal, así, ante un ataque exterior, los órganos vitales sufrirán menos daño.
Lamentablemente ese mensaje de supervivencia se desvirtúa, no son los órganos vitales que deben ser defendidos, es el Yo, y ante la imposibilidad de recurrir a otro sistema, la acción elemental es colocar una sustancia de cincuenta o mas centímetros alrededor del Yo, entonces, por mas disparatado que suene en un primer momento, el aumentar desmedidamente de peso ofrece para la psiquis profunda una barrera eficaz. El yo vulnerable queda enterrado en grasa corporal.
Y lograr esa protección no requiere de sacrificios, solo se trata de comer desmesuradamente.
Nadie engorda porque si, se engorda por ingesta abusiva y sedentarismo.
Sin embargo, esa pseudo protección trae mas inconvenientes que, quizá, el conflicto inicial.
Se juega la salud, la autoestima, la movilidad y la vida social.
Los obesos no son tontos, lo saben perfectamente, el sobrepeso desmedido dispara colesterol, con su consecuente riesgo cardíaco, diabetes, edemas, infecciones, sobrecarga ósea, lo sienten en su día a día, pero es tan grande el terror de ser vulnerables, de ser lastimados, que siguen buscando kilos, y no deben ser condenados, toda fobia es irracional.
Dentro de esos cuerpos desbordados se acurruca un ser asustado, en extremo sensible, incapaz de oír otra voz que la de su herencia genética, que por supuesto es compartida por todo humano, solo que esa voz que escuchan es primitiva.
Esta claro que el mandato social en esta era ordena una figura delgada, lo cual también es llevado a extremos enfermizos, y causan enfermedades también mortales, como la anorexia.
Y, aunque parezca extraño, la delgadez extrema también es un sistema de defensa primitivo.
Ante la amenaza, el temor de ser terriblemente dañado, mejor es hacerse invisible, desaparecer.
Exactamente el mismo mandato que envía lo que esta muy profundo, debajo de la corteza cerebral. Esa parte del cerebro que nos conecta con nuestra animalidad.
Antes de continuar, vale destacar una reflexión.
Una figura humana construida en base a la Proporción Áurea esta lejos de lo que nuestra época considera bella. El hombre y la mujer así construidos por lo que, no es un mandato social, si no una serie de relaciones dictadas por un número natural se vería demasiado voluminoso.
Lo que en el Renacimiento era valorado como armónico y bello para nuestra sociedad es casi gordura, lo cual es una aberración.
El cuerpo humano proporcionado presenta unos cuantos kilos que nuestra cultura no acepta.
Las razones son varias, quien conoce de confección de ropa sabe bien que al encimar metros de tela para su corte, reducir unos centímetros ahorra considerable cantidad de metros en tela. Reducir tallas es económicamente rentable.
Además, existe una extraña tendencia para crear un ideal de mujer andrógina. Lo cual es motivo para otra reflexión que no viene a cuenta aquí.
Pero, aquí se trata de la verdadera obesidad, la que a la larga mata.
Para ello se creo un mercado importante, miles de gurúes de dietas infalibles, medicaciones tóxicas, tormento de regímenes, operaciones como las de cinturón gástrico que es en sí misma una aberración, altamente peligrosa en la mayoría de los casos, eso si, es cara.
Y todo esa parafernalia que rinde millones en tratamientos, fracasan mas de lo que triunfan.
Porque esa persona extremadamente obesa, es solo un ser lastimado, aterrado ante la idea de exponerse, se maneja por instintos que no corresponden a nuestros tiempos, intenta la auto protección que, paradójicamente puede llevarlo a la muerte.
Algo en los tratamientos para bajar de peso, no esos pocos kilos que en realidad son intrascendentes, si no de esos sesenta, cien o mas, falla, porque van justamente a lo que se ve y sirve como barrera, la grasa, no al aterrado ser que dentro de ella se atrinchera.
Ver la causa es más complejo que tratar el efecto, estigmatizar antes que asumir culpas es más fácil, y lo peor, buscar lo redituable en dramas personales es criminal.
Porque se escriben miles de libros de fórmulas para adelgazar, los laboratorios lanzan medicamentos pseudo milagrosos como una cabra larga bolas de materia fecal, dietas especiales, cirugías peligrosas como cinturones gástricos y lipo succión entre otras, métodos gimnásticos para entrenados espartanos, productos dietéticos a granel, cada semana uno nuevo
Una industria fenomenal, fomentada en contrapartida por otra industria que son los alimentos hiper calóricos.
Pero, solo se trata de gente herida, asustada, vulnerable, sensible.
Eso no genera industria alguna. Entonces, mejor no ver lo que esconde la grasa corporal.
Sonia Drusila Trovato Menzel (Ilustración y Texto)