Hola, dieta
Hoy estoy profunda, mística. Hoy no quiero hacer gracia (si es que alguna vez la he hecho). Hoy he tomado una decisión que llevaba pensando bastante tiempo. He decidido ponerme a dieta (¿a que no sabéis cuando? Hoy. JA).
Pero que no se confunda nadie, no voy a abandonar mi trono de reina del chocolate (mi amiga Annie me quiere mucho y sabe como hacerme feliz. Hola Annie). Ni voy a abandonar mi titulo honorario de ‘monstrua de las galletas’ (desde 1991, aprox). Y no vamos a hablar de los helados. O del vodka (viene de las patatas. Patatas = verdura. Ergo vodka = verdura mágica. La verdura es buena, la verdura es tu amiga).
Voy a hacer dieta de expectativas. Hoy he escuchado una definición para ‘expectativas’: son ideas que nos inventamos, que nos dicen como las cosas deberían ser y que nos hacen sentir seguros. A veces también nos las imponen (Hola, Walt, ¿todo bien? Yo aquí, esperando mis zapatitos de cristal. Seguro que, aunque se rompan y se me claven los trozos en los pies, duelen menos que unos del Bershka). Crecemos intentando alcanzar unas metas que muchas veces son inalcanzables (Hola, amigos de ‘El secreto’, ser realista nunca le hizo daño a nadie. Y no, por mucho que lo visualicéis, es muy probable que nunca tengáis un Oscar en la mano. A no ser que tengáis un hijo y lo llaméis Oscar. En ese caso, enhorabuena y ánimo). No somos capaces de ver y valorar lo que tenemos en el presente. Y eso nos hace infelices.
Es como si comprásemos un billete para irnos en un tren y nos quedásemos esperando en el banco del andén y dejásemos pasar los trenes porque esperamos al tren perfecto. Como si tuviésemos a un pedazo de muchacho a nuestro lado y le diésemos carpetazo porque no se parece en nada a la foto de Hugh Jackman que llevamos en la cartera (CULPABLE, SEÑORÍA. SOY CULPABLE – de lo de la foto, no de lo otro). O como si tuviésemos la necesidad impepinable de verlo todo con filtros de Instagram.
Esperamos algo que nunca llega. Como esa idea que teníamos de pequeños de que al ser mayores íbamos a tener un trabajo estable y una casa propia con piscina y parque de atracciones. A lo mejor me he colado con lo del parque de atracciones, pero sabéis a lo que me refiero. Esperamos. Nos han enseñado a esperar a lo mejor, porque lo contrario da miedo. Lo mejor es lo último, pero lo último nunca llega. Nunca es suficiente.Y seguimos esperando. Y de tanto esperar, nos perdemos lo que nos está pasando. Perdemos la capacidad de observar lo que nos rodea. De sorprendernos. Nos perdemos en el futuro sin haber pisado realmente el presente (he avisado, estoy toda filosófica de la vida). Y eso está muy feo, por Dios. Tampoco se trata de vivir la vida loca (Ricky Martin ha marcado vidas y esto es prueba de ello); pero lo cierto es que las mejores cosas llegan cuando no las esperamos.
Alba Novoa