San Faunus
Aquí donde me veis, soy una tradicional de la vida. Pero mucho. Sigo cada tradición de la manera más rigurosa posible. Sigo tradiciones de varias culturas, por eso de enriquecerme como persona (y a mi psicólogo). De entre las que más me gustan están ‘no aceptar invitaciones de alguien hasta que no insista tres veces’ (China), ‘hacer fuego con piedras de sílex, exclusivamente’ (Paleolítico) y ‘el té de las 6’ (UK) (os pensábais que iba a poner la poligamia africana ¿verdad?). Me gusta investigar sobre las mismas, prepararlo todo y llevar a cabo la acción correspondiente. Es como un ritual que me satisface plenamente. Así que este año he decidido investigar sobre San Valentín. Si lo iba a celebrar, lo celebraba en condiciones, como no.
Una cosa os voy a decir: lo estáis haciendo mal. Muy mal. ¿Sabíais lo que era el San Valentín cuando los romanos? Era un festival en honor al dios de la agricultura, Faunus. Repito: al dios de la agricultura. Pero sigo, dejaré las conclusiones para luego. El festival se llevaba a cabo de la siguiente manera: Unos curas romanos se juntaban en la cueva en la que supuestamente habían crecido Rómulo y Remo junto a una loba (una Shakira con mallas salvaje apareció). Estos curas sacrificaban entonces a una cabra, para la fertilidad (a la hora del reparto de cualidades, la cabra se quedó la última) y a un perro, para la purificación (de ahí la marca de comida de perros). Entonces se despellejaba a la cabra en cuestión y se repartían tiras de la piel entre las mujeres del pueblo, quienes se restregaban su trozo de pellejo de cabra por el toto (nota: para la gente del norte, ‘toto’ en Andalucía es la zona púbica. Qué fino me ha quedado). Por último, se metían los nombres de las mujeres del pueblo en una urna y los solteros del lugar sacaban cada uno un nombre. La afortunada tenía entonces novio para el año. Es decir, los romanos celebraban el festival de la agricultura sorteando, entre hombres desesperardos, mujeres que estaban desesperadas por pasarse algo por el forro.
Me pregunto yo, con mi humilde cerebro incapaz de conectar dos ideas simples, ¿no sería más fácil que se regalasen un ramo de apio entre ellos? Hay agricultura, hay detalle y, creedme, si las muchachas tenían estómago para pasarse un cacho de piel de cabra muerta por ahí, tienen estómago para tomarse una caña y lo que surja con el tío que les regale el ramo de apio.
Y digo que lo estáis haciendo mal porque el único sitio en el que se celebra el San Valentín en condiciones en este país es en mi pueblo. En mi pueblo, el que llega de trabajar en el invernadero le trae al que cocine en la casa la caja de cherris que ha sobrado en la corrida de frutas (bendito señor el que le puso el nombre al lugar de trabajo). Eso es una muestra de amor en condiciones y no la mierda de regalos de El Corte Inglés.
Lo aviso desde ya, aunque en realidad me importe nada y menos esto de las tradiciones, el que tenga los huevos de venir a mi casa con una bandeja de verduras (y bombones, eso también sale de las plantas. ES CACAO Y QUE NADIE ME DISCUTA), me lo como a besos. Después de comerme la crema de verduras en honor a Faunus. Feliz ‘San Valentín’.