La Rebeldía de Minutauro

Drusila

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Minotauro tuvo una idea, decidió escapar, pero, no siguiendo el tortuoso camino diseñado por Dédalo en su laberinto. Sublevado, pensaba que la gloria estaba en crear su propio camino individual.
Maza en mano, fue demoliendo muros, atravesando en línea recta los pasadizos, venciendo el intrincado sistema. Fue una labor dura hasta para el, pero la rebeldía era fuego pulsando en sus venas. Prestándole fuerza extra a su ya poderosa musculatura.

 

Le llevo años, lo más curioso es que no deseaba escapar, ansiaba sublevarse a Dédalo, a Minos, y a ese sistema ordenado de desorientación. Minotauro era sencillamente un rebelde.
Con el último esfuerzo descomunal logro derribar el muro exterior, y ya afuera lanzo el ensordecedor bramido de triunfo.

Pero Minos y las altas estructuras de Creta estaban al tanto desde el primer momento, astutos, lo dejaron hacer, sabiendo que podían capitalizar la hazaña.
No era peligroso Minotauro en libertad, era otro el desafío, impedir que se dañaran los intereses comunes que lograban sus modos de vida satisfactoriamente estructurados, que se rompieran las reglas de conveniencia.
El comportamiento de Minotauro era incorrecto porque la rebeldía era inaceptable, y peligrosa.

La leyenda tenía que seguir su curso establecido, aparecer el héroe Teseo, Adriana desenrollar su hilo. Y sobre todo el peligro estaba en que se supiera la verdad sobre los donceles y las doncellas entregadas, supuestamente, en sacrificio al monstruo.
Eso si que no le convenía ni a Creta ni a Atenas, que por cierto, mantenían relaciones espurias.
Además existían muchos otros laberintos, tanto en Creta, en Atenas, en Tebas, ni hablar de Esparta, todas las Ciudades Estado los tenían.

By Drusila

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Eran de diversas clases, no sólo de piedra. Los más importantes política y estratégicamente eran los de pensamiento y conductas. Miles de ciudadanos vivían dentro de ellos, pero, cuando supieron de la actitud contestataria, insurgente de Minotauro, lo admiraron, eso de ser indomesticable era un pensamiento hermoso.
Entonces, de común acuerdo todos protestaron, y gritaron un no rotundo al conformismo, no a la obediencia, no a todos los no. Querían hacer lo mismo que Minotauro.

Minos, sus socios y secuaces permanecían tranquilos, sabiendo que los engranajes del sistema actuaron desde antes que el primer muro fuera hecho polvo.
En aparente apoyo a la gran gesta, se crearon nuevos laberintos, relativamente fáciles de romper. Exageraron la hazaña de Minotauro e impusieron su imagen en miles de estandartes.
El emblema del gran rebelde casi parecía el emblema de los gobernantes.

Se impusieron juegos solemnes de escapes a laberintos nuevos, pero bien sólidos.
Se establecieron reglas, romper muros, excavar túneles, o utilizar las alas chamuscadas de Icaro. Todo estaba permitido menos el antiguo método de deambular por los pasadizos.
Los cretenses se lanzaron jubilosos a los desafíos cuidadosamente programados, transpirando rebeldía por los poros. Hubo ganadores y también quien perdió la vida en el intento.
Los otros laberintos, los del pensamiento y sicológicos fueron ignorados. Pasaron totalmente desapercibidos porque, lo que no se ve no existe.

Eso era justamente lo que Minos y sus socios deseaban, el sistema supo mantener su sinergia, devoraba la frenética rebeldía y la metabolizaba tranquilamente.
Las gentes pulverizaban piedras creyendo destruir estructuras autoritarias. Los griegos no eran tontos, por eso mismo, siguiendo ciertos métodos se los podía engañar con más éxito que si lo fueran.

Minotauro se paseaba pensativo mientras rumiaba pasto tierno, se había enterado de como lo difamaron mientras estaba en el laberinto, diciendo que comía gente.
Una vez libre su imagen fue limpiada, hasta el propio Minos explicaba que los toros son vegetarianos, todos. Nadie pregunto por las doncellas y donceles ofrecidos en sacrificio.
Además, era conveniente declarar la repugnancia por la carne de gente viva que tenía Minotauro, no sea que la fiebre de imitación llegara a extremos calamitosos.

El gran hombre- toro, o toro-hombre se sintió abatido al ver lo que sucedía. Su gran hazaña de rebeldía pura resulto estéril, y hasta dañina. Las gentes se cansaron pronto de las competencias de laberintos, y estaban mejor condicionados para los otros, los del pensamiento, conducta y obediencia.

Bramando suavemente de frustración, fue reparando cada uno de los muros del laberinto original que había roto. Desde afuera hacia adentro. Con el mismo esfuerzo y tiempo que dedico a escaparse se encerró.
Dicen que una vez en el centro de la estructura arranco con sus manos uno de sus propios cuernos y se lo hundió en el corazón.

El sistema festejó su triunfo, y en el Olimpo suspiraron satisfechos.

 

 

Sonia Drusila Trovato Menzel

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