Claro que existe el crimen perfecto, yo lo cometí…
Vamos a ver, que no quiero mosquear a ningún andaluz; pero Sevilla, Graná o Jaén, por ejemplo, son unas ciudades ideales no para cometer un crimen cualquiera, sino el crimen, pero con tiempo; sí, con tiempo, pero no el de la paciencia ni el del reloj, no; sino el del parte meteorológico.
Tú eres de por aquí, de por el norte, y quieres cargarte a alguien, por ejemplo a tu mujer o a tu marido, y Galicia, de donde soy yo, para esto… pues no vale. Para comer, para descansar, para ver paisajes, para ir a la playa y bañarte con traje de neopreno pues sí, pero para un crimen perfecto… no, esto no está preparado, falta… no sé, infraestructura; en cambio Sevilla, Graná o Jaén; bueno bueno, ahí… es que lo bordas.
Mira, tú coges y a principios de febrero o marzo, por ejemplo, le dices a tu mujer «Vamos a hacer un viajecito a Sevilla, una semanita ¿te parece?». Y fíjate si eres profesional y si el crimen es perfecto que de semanita nada; sin que ella lo sepa contratas solo dos días en un hotel y hasta te sobra tiempo. Entonces, cuando llega el día D, haces las maletas, las bajas al coche, lo pones en funcionamiento y ¡¡¡ hala!!! , en pleno verano, rumbo a la ciudad hispalense.
Y según vas por el camino, a la altura de Salamanca, con 35 grados, tú callado hasta que ella comente: «Hace mucho calor ¿verdad?». Entonces tú (que vas superhidratado) dices que sí «que un poco» y como quien no quiere la cosa le arreas a la calefacción 5 graditos más a ver si revienta, con lo que te pones en 40.
Y unos cien kilómetros más allá, que vuelve a decir que hace calor… otros 5 más hasta que ves un restaurante con un letrero que dice: «Establecimiento climatizado». Y solo leerlo… ¡¡¡ rasssssssss !!!, un frenazo que no veas; bajáis del coche y sin tiempo para que se aclimate a la temperatura ambiente la metes en el local a toda prisa y como ella no conoce Sevilla (ni la va a conocer) le dices que lo típico de la zona es un cocido.
Sí, un cocido, de eso de la de dios es cristo, fuertes, picantes, a lo bestia, y cuando lo termina… pues inmediatamente al coche, a ver si con el cambio de temperatura del local se cuartea o explota, mientras le pones otros 5 graditos más, que a sí a lo tonto más que ir a Sevilla parece que estás de safari por el Serengeti.
Y como lo tienes todo calculado, pues llegas a las dos de la tarde a Sevilla y tú (que también te habías preparado para estos calores durante meses en el horno de una panadería) le dices que nada como ver la Giralda cuando destella el sol. ¡¡¡Y a ver la Giralda!!!, con dos bien puestos. Y tras media hora… de nuevo al coche, otro 5 grados más, que ya vas por 50 y como se encuentra mal… al hotel.
Entras en la habitación; ella que dice que se mete en cama, que le duele la cabeza y… mientras se va quedando dormida, tú con el mando a distancia de la climatización… ¡¡¡ zasssssss !!!, hasta los 70 grados y cuando la ves roja, pero roja roja… ¡¡¡zassssssss!!! a menos 10, y cuando esté como amarilla… a 70 otra vez y así… pues media hora, una hora… quizás tres… y cuando ya la veas verde… pues eso, verde igual a vía libre, pones 17 graditos y te echas una siesta, que esto de matar cansa…
Luego, te levantas, te duchas y llamas a Recepción diciendo que tu mujer o marido como que se encuentra mal. Llega el médico, le toma el pulso, te mira a los ojos, te hace un gesto, una especie de mueca, baja la cabeza… Y entonces, joé tío, entonces, es cuando llegas al clímax de un trabajo bien hecho. Apoyado contra la puerta y taciturno, miras para él y dices: «No, si ya me esperaba doctor; todo era cuestión de tiempo». No falla, te lo digo yo que no falla. ¡¡¡Ah!!!, sí, mañana puedes salir ya, claro, aunque no sea agosto.
Manuel Guisande
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