Cada cliente tiene su producto de ahorro
Hablar de la combinación de clientes financieros y productos de ahorro es un terreno tan amplio que sería difícil determinar con precisión la combinación de ambas cosas y la duración de la misma.
Y es que la elección del mejor producto de ahorro para un cliente depende mucho de sus situación personal y profesional, esta última rodeada de muchísima incertidumbre en los momentos actuales. Lo que hoy podría ser el producto ideal para un cliente con unos ingresos regulares, puede que en unos meses sea un mal producto por cambios nefastos en su economía diaria. O viceversa, un producto que le convenía a un determinado perfil de cliente y no lo contrató porque sus circunstancias económicas no se lo permitían y pasado un tiempo estas han cambiado y si se lo permiten.
El cliente financiero debe de tener dos máximas presentes para escoger el producto o combinación de productos de ahorro que más le convienen. La primera máxima es la de que ‘nunca se deben de poner todos los huevos en la misma cesta’. La segunda es la de que ‘la rentabilidad que se quiere obtener es directamente proporcional al riesgo que se quiere asumir’.
Una persona con ingresos regulares que ha alcanzado determinada cuantía de dinero ahorrado, ni debe de optar por tenerlo en una cuenta corriente a la vista, porque perdería rentabilidad, ni debe de tenerlo en su totalidad en un producto a largo plazo porque nunca sabe cuándo sus circunstancias personales pueden cambiar.
¿Qué importe destinar a cada producto?
Dependiendo de la cuantía de los ingresos mensuales que posee un cliente y de la estabilidad o seguridad en su obtención mes a mes, la cantidad de dinero que debe de tener en una cuenta corriente o a la vista de total disponibilidad variará.
Los saldos en la cuenta corriente se deben de guiar por los gastos mensuales que realiza. Es un ejercicio muy fácil ya que basta con analizar los movimientos de los últimos tres meses y ver sus hábitos de consumo. Lo habitual es tener en cuentas a la vista una cuantía que permita asumir los gastos mensuales durante tres meses en caso de que el titular se viese privado de sus ingresos mensuales. Es tiempo más que suficiente para que el titular cancele productos a largo plazo y convertirlos en liquidez. Tener más importe implica perder dinero vía no recibir rentabilidad por los saldos ociosos. Tener menos importe puede implicar el pasar unos problemas de liquidez importantes.
Calculado lo que debemos de tener en cuenta a la vista como ‘colchón’, la duda que nos surge es qué hacer con el resto del dinero ahorrado.
Si lo que más nos importa es la liquidez inmediata pero con cierta rentabilidad, las cuentas remuneradas son la mejor opción. Saldos a la vista con completa liquidez y total disponibilidad que remuneran a un tipo de interés, no muy elevado, pero siempre más que las cuentas a la vista. Riesgo nulo.
Otra alternativa bastante líquida suelen ser los depósitos bancarios de toda la vida. Puede que tengan una pequeña penalización si se cancelan antes de tiempo, pero en un par de días a lo sumo se pueden convertir en liquidez. Los depósitos a corto plazo hasta no hace mucho eran interesantes en materia de rentabilidad, ahora ofrecen similares a las cuentas remuneradas con lo cual la opción entre ambos productos, si se prefiere liquidez, está a favor de estas.
Si el cliente lo que ya no valora tanto es la liquidez como una unión de liquidez y rentabilidad, deberá de orientarse hacia otros productos. Depósitos a largo plazo que ofrecen buena liquidez y más rentabilidad que las cuentas remuneradas y los depósitos a corto plazo. No poseen riesgo.
Otra opción son los Fondos de inversión. Son líquidos, pero salvo que se espere al vencimiento inicialmente pactado, el capital inicial no está garantizado. O sea, dan rentabilidad igual o superior a los depósitos bancarios, son líquidos, pero poseen más riesgos a la hora de recuperar el saldo inicial.
Si el cliente busca ahorrar a largo plazo con un objetivo concreto, la elección del producto de ahorro irá vinculada al plazo en el que se querrá emplear ese ahorro. ¿Para qué contratar un depósito anual y lo renovamos 5 años seguidos año a año, si podemos contratar un depósito a 5 años con más rentabilidad y es el plazo en el que necesitaremos nuestros ahorros por ejemplo para cambiar de coche? Sería más rentables y sin correr riesgos.
Seguros de ahorro. Es una interesante opción para los ahorros a largo plazo sin destino determinado. Unen un seguro de vida y en el momento del rescate del dinero ahorrado se tratarán como beneficios obtenidos por la recuperación de un seguro de vida y no por intereses. Líquido cuando el cliente desee.
Si ya planificamos a un plazo mínimo de 10 años, aparecen los PIAS o Planes Individuales de Ahorro Sistemático. Permiten ir ahorrando regularmente y pasado los 10 años desde su apertura, hay beneficios en el tratamiento fiscal de las ganancias. Eso sí, si renunciamos a ese beneficio fiscal, se podrá recuperar el dinero en cualquier momento sin penalizaciones (última moda entre las entidades financieras para incrementar la comercialización de estos productos).
Por último, si somos un perfil de clientes con ingresos mensuales garantizados, la posibilidad de contratar un plan de pensiones aumenta. Eso sí, es muy difícil hacerlo líquido antes de llegar a la edad de jubilación.
Múltiples opciones y combinaciones de productos de ahorro que deberán ajustarse a nuestras circunstancias personales.